Las aguas represadas se desataron. Muchos detalles alrededor de la desaparición de la joven evangélica Juliana Campoverde se conocen ahora y probablemente muchos más están por salir en las siguientes semanas. No voy a repetir estos detalles en este espacio, ni voy a expresar una ‘declaración oficial’ acerca del lamentable hecho. Tampoco voy a compartir mis criterios respecto de los comunicados oficiales de ciertas entidades que representan a organizaciones, iglesias y a pastores evangélicos; otros ya lo han hecho. Al final de este artículo les ofrezco los vínculos a notas que describen más elementos, valoraciones y reflexiones sobre este suceso.
A la luz de las reflexiones sobre la integridad en las recientes semanas en este blog y de las últimas noticias sobre Juliana Campoverde, quiero ofrecer un par de sencillas reflexiones sobre la tarea pastoral que promueve y cuida nuestra integridad emocional, espiritual, mental, volitiva y física en el contexto de nuestras comunidades evangélicas de fe. Al leer en estos últimos días las noticias o crónicas periodísticas sobre la desaparición de Juliana, se describía en estas la relación posesiva, dependiente y manipuladora creada por los pastores de la iglesia donde ella asistía con el resto de la congregación, incluida la misma joven. La integridad emocional, espiritual, mental, volitiva y física de Juliana fue vulnerada. ¿Cómo lo evitamos? ¿Cómo hacemos una pastoral que promueva y cuide de la integridad de los jóvenes?
Al leer estas noticias no pude sino pensar en los jóvenes universitarios a quienes servimos en la CECE. Historias parecidas a las de Juliana se repiten en algunos de ellos: líderes eclesiásticos que logran poseer el alma de la gente con discursos supuestamente bíblicos. Por ejemplo: permiso del pastor o pastora para ingresar a la universidad, autorización del líder para participar en un grupo universitario de la CECE, el consentimiento del pastor o pastora para asistir al Campamento o evento de formación, decisiones tomadas en base al ‘temor’ de lo que el pastor o pastora vaya a decir, amenazas del pastor o pastora de prohibir la participación en la CECE, por mencionar algunas. No es casualidad que en el ejercicio ‘¿Dónde está tu hermano?’ los estudiantes nos contaron que habían experimentado ser lastimados por la iglesia local, los cristianos y unos pocos incluyeron a la CECE. Uno de nuestros líderes estudiantiles, Lizandro Bravo, está plasmando por escrito algunas reflexiones sobre el tema en un trabajo que lo titulará Siervos mas no señores, donde contrastando su dolorosa experiencia en su comunidad eclesial perfilará los verdaderos significados y prácticas de lo que es liderar como Jesucristo. Obviamente estas no son las únicas ni la mayoría de historias que conozco de los estudiantes. La mayor parte son historias positivas que dan cuenta que sus iglesias locales son espacios de esperanza. Sin embargo, la integridad emocional, espiritual, mental, volitiva y física de algunos jóvenes está siendo vulnerada.
Ofrezco algunas reflexiones en las siguientes líneas para promover y cuidar la integridad de los jóvenes y para evitar abusos.
La tarea del pastor o pastora es… pastorear. Algunas partes de la Escritura vienen a mi mente para describir la tarea pastoral del líder de una comunidad de fe. Ustedes entenderán que la lista no es exhaustiva. Su tarea consiste en animarnos y recordarnos frecuentemente a través de varios medios que debemos: buscar primeramente el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33); amar a Dios con todo lo que somos y poseemos y a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Deuteronomio 6, Levítico 19, los evangelios); arrepentirnos y confiar en Jesucristo (Marcos 1); vivir y practicar la resurrección aquí y ahora en la totalidad de nuestra vida y circunstancias, siguiendo los pasos al Resucitado con la ayuda de la presencia, poder y energía del Espíritu y la luz de la Palabra escrita. Con frecuencia, el pastor y la pastora, como un hermano más espiritual—es decir con un poquito más de trayectoria en la vida del Espíritu de Cristo—se verá en la tarea de corregirnos con el fin de que volvamos con entusiasmo y compromiso al discipulado, si nos perdimos en el camino (Gálatas 6). Por cierto, la tarea de pastorear es una tarea comunitaria, pero es tema para otro espacio.
La tarea del pastor o pastora es promover nuestro crecimiento. Hay una frase del pastor Jorge A. León que me fascina: en Jesucristo y su evangelio “completamos nuestra condición humana”, es decir encontramos y desarrollamos nuestra vocación dada por Dios: ser seres humanos. La tarea del líder de una comunidad de fe es ayudarnos a crecer según el patrón que Jesucristo dejó, es decir alcanzar nuestra humanidad plena. Necesitamos crecer en estatura y fuerza, en sabiduría, en el favor de la gente y en el favor de Dios (Lucas 2:40, 52). Necesitamos crecer en el buen cuidado de nuestro cuerpo, en la pertinente aplicación del conocimiento y la fe para promover el bienestar de otros (shalom) y agradar a Dios, en el amor en nuestras relaciones interpersonales y responsabilidades en la sociedad, y en el amor por Dios que energiza y sostiene al resto mencionado primero. A la luz de esto, el pastor y la pastora, y la comunidad de creyentes, con frecuencia se verán en la tarea de hacer afectuosas pero firmes observaciones acerca de nuestra vida (relaciones, tiempo, dinero, sexualidad, solidaridad, poder, bienes, etc.) cuando la misma no parece crecer y reflejar el proyecto de Dios en Cristo. Pero esto no es lo mismo que coercitivamente determinar qué hacemos con nuestros romances, matrimonios, dinero, tiempo, etc.
La tarea del pastor o pastora es mirarse y mirarnos trinitariamente. El apóstol Pablo en el contexto de su despedida de los líderes de Éfeso en la población de Mileto, los anima a estos a cuidarse a sí mismos y a la congregación. Para el efecto, Pablo reafirma una visión trinitaria de la comunidad cristiana de la cual los líderes deben nutrir su imaginación pastoral. La congregación y sus miembros como individuos son la gente sobre la cual el Espíritu los ha llamado como proveedores de cuidado, la gente que pertenece a Dios y la gente redimida por la sangre de Jesucristo (Hechos 20:28). Con esta visión en mente, el pastoreo para el crecimiento se potencializa. Con esta visión en mente, los márgenes para el abuso, manipulación, posesión, coerción, vulneración, etc., se disminuyen significativamente. Con esta visión en mente, sigamos desarrollando comunidades de fe cada vez más saludables que reflejen mejor la novedad de vida en Jesucristo. Con esta visión en mente, mantengámonos alertas y rechacemos ejercicios de liderazgo que desdicen de la pastoral para el crecimiento expuesta brevemente aquí.
Les dejo algunos vínculos para su información y acción:
https://gk.city/2018/09/10/desaparicion-juliana-campoverde-pastor-evangelico/ (Lisette Arévalo Gross)
https://gk.city/2018/11/14/busqueda-juliana-campoverde-quebrada-pastor/ (Lisette Arévalo Gross)
http://alc-noticias.net/es/2018/11/16/necesitamos-despatriarcalizar-las-iglesias/ (María Alejandra Andrade, FTL)
https://iglesiaalianzacarcelen.org/2018/11/13/los-peligros-de-las-religiones-toxicas/ (Pablo Morales Arias, pastor)