La violencia sexual, sea en contra de mujeres, hombres o niños, es un hecho trágico de la vida que cruza límites fronterizos y divisiones de clase.
La violencia en contra de las mujeres asume muchas formas, va desde el rango de abuso emocional hasta la depredación sexual, asalto y violación. Asesinatos por honor, matrimonios forzados con infantes, mutilación genital, y acoso sexual en el trabajo o lugar de estudio son también considerados “violencia basada en el género”.
En el año 2013 la Organización Mundial de la Salud, junto con la Escuela de Higiene y de Medicina Tropical de Londres y el Consejo de Investigación Médica del Reino Unido, llevaron a cabo un análisis (sí se ofrece la versión en español) basado en la información existente en más de 80 países, en el se encontró que a nivel mundial una de cada tres mujeres que han estado en una relación han experimentado violencia físico y/o sexual de parte de su pareja sentimental. La prevalencia estimada va desde el rango del 23.2% en países de altos ingresos y de 24.6% en la región de Pacífico Oeste hasta el 37% en la región del Mediterráneo Este, y del 37.7% en Asia Sur Este. Además, globalmente hasta el 38% de todos los asesinatos de mujeres son cometidos por sus parejas sentimentales.
Aparte de resultados fatales tales como el homicidio o el suicidio, el análisis encontró que las mujeres que habían sido sexualmente abusadas tenían una probabilidad de 1.5 veces de contraer una infección de transmisión sexual y, en algunas regiones, el VIH, comparadas con mujeres que no han experimentado violencia de sus parejas. Estas mujeres tienen el doble de probabilidad de tener un aborto.
Algunos de los factores identificados por el estudio WHO (nombre en inglés del análisis) que conducían a ambos tipos de violencia, violencia proveniente de la pareja sentimental y violencia sexual, incluyen: bajos niveles de educación; exposición a maltrato infantil; experimentar violencia familiar; desorden antisocial de personalidad; consumo de alcohol en niveles nocivos; tener varias parejas o andar bajo la sospecha de infidelidad por parte de sus parejas; y tener actitudes que aceptan la violencia y la inequidad de género.
En culturas donde la violencia en general es ampliamente aceptada y donde las creencias acerca del honor familiar y los privilegios sexuales del hombre pasan sin cuestionamiento, la violencia sexual en contra de las mujeres raramente evoca censura.
Ha sido ampliamente documentado también que zonas de guerra, campos de refugiados y áreas de desastre son escenarios fértiles para violaciones y asaltos sexuales. En esos lugares, incluso los trabajadores de asistencia humanitaria no son inmunes. Un estudio revela que las trabajadoras de asistencia humanitaria en lugares tales como Sudán del Sur, Afganistán y Haití habían experimentado índices alarmantes de asalto sexual, a menudo perpetrado por sus propios colegas.
Un debate renovado (¡probablemente de corta duración, como los debates esporádicos sobre las leyes de tenencia de armas!) sobre la violencia en contra de las mujeres ha sido iniciado en los Estados Unidos a causa de la revelación de la amplia depredación sexual en Hollywood y la industria de medios estadounidense. Desde que las acusaciones en contra de Harvey Weinstein salieron a la superficie, muchos nombres de gran perfil han usado las redes para resaltar el problema del asalto sexual, algunos detallando el acoso que también han soportado.
Las débiles sanciones legales en contra de los perpetradores de la violencia sexual es una de las razones por las que los abusadores no son acusados. Pero la aceptación cultural es una razón mucho más generalizada y alarmante.
La conducta sexual depredatoria de Weinstein parece haber sido bastante bien conocida dentro de la industria del filme, sin embargo, se le permitió continuar su abuso impunemente debido a que la masculinidad “macho” que invade la cultura Hollywood lo condonó o simplemente se reía del mismo.
¿Y por qué las mujeres ricas, blancas y superestrellas, quienes ahora se unen en esta diatriba en contra de Weinstein, no se quejaron cuando sus carreras estaban proyectándose? ¿Y qué han hecho estas mujeres con su actual fama y riqueza para llamar la atención a la mala situación de las mujeres menos afortunadas en los EEUU y más allá?
Cuando veo una típica película de Hollywood, lo que me perturba más que las escenas innecesarias de sexo y violencia es el uso constante y rutinario de obscenidades sexuales, especialmente la palabra fucking (coger, joder, follar, etc). Antes de que me tilden de puritano, solo consideren: aquí está una mala palabra usada en contextos de engaño, robo y degradación de alguien, que tan intensamente nos disgusta, que es al mismo tiempo usada para describir el acto físico más íntimo entre dos seres humanos. ¿Qué tipo de entendimiento cultural acerca de la relación sexual comunica esto a la gente joven?
La vulgarización y la degradación del idioma inglés no es moralmente neutral. Cuando sexo y violencia están rutinariamente vinculados en nuestro hablar diario, solamente un lenguaje alternativo puede restaurar el respeto y la dignidad en nuestras relaciones humanas.
Y, por supuesto, no debemos olvidar que más del cincuenta por ciento de mujeres blancas estadounidenses votaron por un Presidente que habla de ellas en el lenguaje más obsceno y predatorio.
Una mayor tragedia es que amplios sectores de la iglesia global actúan raudos y veloces para condenar Hollywood pero fallan en poner sus propias casas en orden. El patriarcado, muy a menudo en su aspecto más opresivo, reina. La Iglesia Metodista en Sri Lanka, por ejemplo, en años recientes ha llegado a saber de actos de violación y asalto sexual cometidos por sus ministros en contra de mujeres de sus congregaciones. Ninguno de esos hombres han sido entregados a la policía, o siquiera removidos del ministerio por la jerarquía clerical. Bajo presión, la respuesta dada por estos últimos es: “En una sociedad ya hostil a los cristianos esto solo dará adicionales municiones a nuestros enemigos”.
Cuando la sobrevivencia llega a ser más importante que la integridad moral y la fidelidad al evangelio, ¿la iglesia no ha cesado de ser la Iglesia de Jesucristo y ha llegado a ser solamente otro club para hombres que se entretienen con juegos religiosos?
Por Vinoth Ramachandra
28 de octubre, 2017
Material Original: https://vinothramachandra.wordpress.com/2017/10/28/violence-against-women/
El Dr. Vinoth Ramachandra es Secretario de Diálogo y Compromiso Social de la IFES. Vive en Sri Lanka. Este blog representa el pensamiento de Vinoth y tiene por fin ser un recurso para los movimientos de IFES para iniciar y modelar conversaciones sobre diferentes temas. El blog no pretende ser la voz oficial de IFES ni de CECE en las temáticas que trata.
Publicación traducida por Josué O. Olmedo Sevilla, quien junto a su esposa Ruth sirve en la Comunidad de Estudiantes Cristianos del Ecuador -CECE-, movimiento universitario afiliado a IFES.