La noticia del fallecimiento de Lenin Freire nos sorprendió dolorosamente a todos. Hoy 8 de septiembre se cumple un mes de su partida. Al recibir la noticia con la familia nos encontrábamos en Nueva Zelanda, en media de la visita trienal a la familia, amigos, donantes, iglesias y al movimiento fraterno de IFES (TSCF). La sensación era de shock y el hecho inverosímil. No voy a repetir aquí las circunstancias alrededor de la muerte de este querido amigo. Lo que deseo es rendir tributo a su persona para mantener viva su memoria.

Lenin se graduó como Ingeniero Civil de la Universidad Técnica de Ambato, además era artesano como su papá, de él había aprendido el oficio de la carpintería. Egresó de la maestría en Sagrada Escritura del SEMISUD. Como ingeniero civil estuvo involucrado en algunos contratos de proyectos de construcción con entidades públicas en la provincia de Tungurahua y la ciudad de Ambato. Como carpintero, al fallecer su señor padre, heredó el negocio y lo convirtió en una empresa donde muchos de la familia estaban activamente involucrados. Aquí Lenin experimentó los altos y bajos del mundo de los negocios en la producción de muebles. A propósito de sus muebles, recuerdo que salí al cine con mis hijas y mi sobrino hace unos días. Mientras esperábamos a un amigo de mis hijas, mi sobrino de la nada me dice: – ¿Tío, lloraste cuando se murió Lenin? -, le contesté que sí. – ¿Bastante? – me vuelve a preguntar. – Sí, bastante -, le contesté de nuevo. – ¿Y tú? -, le pregunté. Me responde: ¡Sí, de ley! Es que tengo todos los muebles de mi cuarto hechos e instalados por él y me daba un montón de pena. Así es, hay varios de nosotros que tenemos su obra en nuestras casas. Lo tendremos presente por eso, pero obviamente por mucho más también.

Su trayectoria en la CECE la experimentó como líder estudiantil, asesor estudiantil, coordinador de Hermenéutica Bíblica, Director Nacional y miembro de soporte del Equipo Regional de IFES AL. Con Lenin coincidimos en algunos espacios de servicio y liderazgo en la CECE. Fuimos colegas en la CNE (antes llamada DNE), el espacio de liderazgo estudiantil de nuestro movimiento. Fuimos colegas también en el equipo de asesores. Lenin servía como asesor a estudiantes en las ciudades de Ambato y Riobamba, yo en Guayaquil (luego de un tiempo junto con Ruth Hicks). A partir del año 2004 empezó a servir como Director Nacional (antes llamado Secretario General) hasta el año 2012. Durante su servicio en la dirección, Ruth y yo continuamos sirviendo como asesores en Guayaquil, y luego de un periodo de estudios teológicos, como asesores de capacitación y de la ciudad de Quito, bajo su liderazgo. Con mucha frecuencia, a veces varias veces a la semana, nos veíamos para conversar, planificar y orar sobre asuntos de la CECE. Estos encuentros usualmente eran en nuestra casa y se daban frecuentemente con café o té y mufines. Sobra decir que en estos encuentros y en el servicio nuestra amistad y afecto se profundizó. A partir del 2013 lo sucedí en el cargo, y él se dedicó de lleno a su empresa de muebles, mientras ofrendó algo de su tiempo y experticia para servir en el equipo regional de la IFES América Latina por un par de años.

Hay varias virtudes que aprecié en Lenin y por las que particularmente lo recordaré. Lenin era muy bueno con la gente. Bueno para conectar profundamente con la gente, bueno para hacer amigos. Muy compasivo y de ayuda práctica. No solo buen amigo sino influyente. Muchos aprendieron a leer la Biblia con él, aprendieron acerca de la fe cristiana y conocieron a Cristo por primera vez, aprendieron canciones de la CECE, y rieron y lloraron con él las bondades y desilusiones de la vida y de amores que no fueron. Lenin tenía predilección por el caído y descarriado, varias veces lo ví socorriendo y acompañando a alguien, ministrando desde sus propias heridas y carencias. Eso lo volvía un pastor y amigo muy especial. Tuvo detalles como el regalo de una pintura que compró en Brasil para nuestras niñas, a propósito de un encuentro de trabajo con el equipo regional de IFES América Latina.

Otra virtud de Lenin era su honestidad. Recuerdo vívidamente algunas ocasiones en que señaló asuntos que no le parecían en mi proceder. “¡Mal hecho!”, fue una frase que me sacudió cuando me la dijo mientras yo presentaba un informe frente a los(as) colegas del liderazgo estudiantil en la CNE. Ya no recuerdo la razón, pero luego de años solíamos hacer bromas de esto. Alguna vez me dijo que a veces yo le parecía arrogante. Luego de escuchar esto, internamente sentí como que me hubiera felicitado. Concluí entonces que él tenía razón, a veces actuaba arrogantemente. En otra ocasión, al evaluar un evento, me expresó que le parecía que yo había pasado demasiado tiempo en cosas logísticas y no con la gente; me recordó que intencionalmente debía pasar con la gente. En alguna ocasión tuve que confrontarlo con una situación que había llegado a mi conocimiento. Con honestidad reconoció el hecho y lo trabajamos. No fueron encuentros ni conversaciones fáciles. En una de esas ocasiones supo decirme que le había dolido y molestado el hecho, desde su percepción, de que lo había tratado más como un caso que como un amigo. Probablemente Lenin haya tenido algo de razón. Como pueden ver, Lenin expresaba sus pensamientos y sentimientos con honestidad. En los últimos años con honestidad también me compartió de las profundas luchas que tenía con la idea de la bondad de su Padre: oraciones no respondidas, situaciones en callejón sin salida y empeorándose, proyectos sin fructificar, y otras intensas vivencias más.

Lenin era un tipo con buen humor. Era bueno para contar un cacho, bueno para una broma, bueno para un chiste en el momento oportuno que hacía soltar una carcajada. Todavía recuerdo un cacho que él contó que empezaba algo así: “Estaban G.W. Bush y Lucio Gutiérrez. Bush le dice a Gutiérrez…” No lo voy a terminar de contar aquí por varias razones: no lo recuerdo con precisión, soy malo para contar un cacho y hay un par de palabras subidas de tono. Lo que sí recuerdo es que reímos harto haciendo burla de la poca inteligencia atribuida a estos dos presidentes. Lenin era asiduo escucha de los programas de humor de media mañana de Radio América y Radio Canela. De él aprendí a escuchar esta última. Ahora escucho casi nada pues el principal del programa anda en funciones públicas últimamente.

Su estilo de liderazgo. Lenin solía dar espacio y libertad para trabajar. Lo cual era mayormente positivo para mí, solo a veces frustrante. Técnicamente su estilo de liderazgo era el de “dejar hacer”. Y eso era muy bueno para alguien como yo que se siente más cómodo creando, experimentando, mejorando, más que manteniendo. Así y con mucho más seguiré recordando gratamente a Lenin.

Termino con un detalle más. Los despistes y la “buena suerte” de Lenin eran proverbiales. En nuestra casa reposaron por algunos días u horas varias de sus pertenencias: lentes, Biblia, memorias USB, chaquetas, agendas, esferográficos, documentos, etc. Lo gracioso es que la mayoría del tiempo recuperaba el objeto extraviado. Nos dimos cuenta de uno de sus despistes más dramáticos la noche anterior a un viaje a un evento de la IFES al que Lenin y yo debíamos asistir. Ambos asistiríamos al Encuentro de Directores Nacionales (secretarios generales) de la IFES América Latina en Panamá, en noviembre del año 2012. Lenin asistiría en calidad de Director saliente y yo como Director entrante, como parte del proceso de transición. La noche anterior al viaje, mientras yo ya empezaba a dormir, me asaltó el pensamiento sobre la fecha de caducidad del pasaporte de Lenin. Le llamé de inmediato y sobresaltado le pregunté sobre su pasaporte. En efecto, ¡ya estaba caducado y el viaje era al siguiente día! Lenin había olvidado renovar su pasaporte. Con Ruth nos metimos a la página web correspondiente para averiguar los trámites y horarios para sacar uno nuevo. Le llamamos a Lenin de nuevo con estos detalles. Acordamos en que intentaría hacerlo, pero yo tenía pocas esperanzas y me sentía triste de no poder hacer este significativo viaje con Lenin. Para no alargar la historia: Lenin logró sacar el pasaporte y llegó con menos que las justas al aeropuerto y logramos viajar. Una historia más al récord de despistes y “buena suerte” del querido amigo. Recuerdo mucho la calidez de las conversaciones al final del día que tuvimos con Lenin durante ese evento. Casi todas las noches íbamos los dos solos a una sala pequeña, nos preparábamos un té de hierbas y conversábamos del día y de cómo estábamos proyectando nuestras vocaciones próximas, para él en su empresa, para mí en la CECE.

La partida de Lenin me sabe prematura, trágica, y sin sentido. La esperanza que anima es saber que nuestro amigo está con su Señor a quien fiel, alegre y sacrificialmente sirvió.


Nota: Este tributo fue originalmente presentando en el contexto de la Noche de la CECE del Encuentro de Formación de Estudiantes (EFE) en Riobamba, 24 de agosto, 2019.