Afirmación y confesión. Esas son las palabras claves de los salmos 105 y 106, respectivamente. Afirmación de fe, confianza y lealtad en el SEÑOR que es fiel a su pueblo. Confesión del pecado e infidelidad del pueblo de Dios. Los salmos son una escuela de oración y vida que educan a la comunidad de creyentes en cómo traer y vivir todo el espectro de sucesos y emociones de la vida en la presencia de Dios. Alegrías y tristezas, logros y fracasos, esperanza y angustia, amor y odio, certezas y dudas, presencias y ausencias, lealtades y traiciones, santidad y pecado pueden y deben ser traídas con honestidad delante del SEÑOR.
Esta capacidad discipuladora de los salmos es una de las razones por las que IFES escogió peregrinar por los salmos para esta Asamblea Mundial. Debido a la pandemia, IFES y sus movimientos nacionales enfrentaron tiempos y situaciones sin precedente. Así los salmos brindarán pautas para el cultivo en IFES y sus movimientos nacionales de Tabah Tangguh, es decir, el cultivo de resiliencia, constancia, resolución, fuerza y resistencia para la jornada de ser testigos del Evangelio en la Universidad y más allá, como reza el lema del evento. Más detalles pueden encontrarlos AQUÍ.
Volvamos a los salmos 105 y 106 que mencioné al inicio. En el contexto de la Asamblea Mundial hace unos días tuve el privilegio y enorme responsabilidad de compartir una de las exposiciones bíblicas centrada en estos salmos. En los siguientes días esta y otras exposiciones serán compartidas en este canal. ¿Cómo estos salmos nos guían a ser testigos en la Universidad y más allá en el presente tiempo? Aquí las ideas principales que compartí.
En primer lugar, estos dos salmos nos recuerdan del papel importante del arte en nuestro testimonio del Evangelio. Estos salmos ordenan la experiencia del antiguo pueblo de Dios en historia, poesía y liturgia para así constatar la fidelidad de Dios y la infidelidad de su pueblo. En segundo lugar, estos salmos celebran la fidelidad incesante de Dios. Es decir, celebran que el amor leal, solidario y comprometido de Dios con su pueblo no se termina, no se agota. La fidelidad de Dios es una que libera, no se deja vencer por nuestras infidelidades y que persiste a pesar de ellas. Esto se muestra en una suerte de paralelismo de contraste que muestran los salmos: siete actos liberadores del SEÑOR (105:26-36) versus siete actos de rebelión del pueblo (106:13-33).
En tercer lugar, se enfatiza la capacidad transformadora de la fidelidad de Dios. Los ya mencionados actos liberadores de Dios a favor de su pueblo tienen un propósito claro: formar una comunidad que encarna la justicia de Dios. Esto se constata hacia el final y el inicio de los salmos 105 y 106, respectivamente: “observar preceptos y practicar las leyes de Dios” (v45), “practicar la justicia y hacer lo que es justo” (v3). La fuerza narrativa, poética y litúrgica de ambos salmos apunta hacia y arranca de la noción de un pueblo que encarna la justicia de Dios. Finalmente, en ambos salmos se enfatiza lo que he denominado la extraña fidelidad de Dios. En el tejido del repaso histórico de la fidelidad de Dios y la infidelidad de su pueblo, el salmista ha incluido algunos hilos que nos resultan extraños e incómodos. Estos dos salmos en conjunto tienen una inusual concentración de historias o afirmaciones polémicas e incómodas, que el poeta las incluye sin, aparentemente, ruborizarse. Son menciones e historias de la agencia de Dios en provocar hambre, destrucción, provocando animadversión, muerte, y así por el estilo. Mi hipótesis interpretativa, pastoral y misiológica es que, esas menciones e historias nos invitan a los siguiente:
(a) Recordar que la fidelidad incesante y transformadora de Dios no es domesticable y debe parecernos extraña. Ahí compartimos un terreno común con aquellos creyentes y no creyentes a quienes el Dios de las Escrituras les resulta extraño y ofensivo. (b) Recordar que vivimos en un universo moral en el que las acciones y actitudes injustas cosechan su fruto y consecuencias. Compartimos ahí un terreno común con aquellos que se oponen a lo injusto y los injustos, pues el Dios de las Escrituras también lo hace. (c) Recordar que servimos y creemos en un “Dios crucificado”. La fidelidad de Dios es extraña, pero no distante. La oposición de Dios al mal es severa, pero no desleal. Tan cercano y comprometido es Dios que en la muerte de Jesucristo Dios carga sobre sí mismo las fracturas de la creación y sus criaturas para reconciliarlos consigo mismo. Y este es justamente el centro motor de nuestro testimonio resiliente en las universidades y más allá: la reconciliación de todas las cosas en Cristo.
Josué Olmedo
Josué O. Olmedo Sevilla actualmente sirve en el equipo de Conectar con la Universidad de IFES América Latina y es parte de la Iniciativa Cosmos y Logos de IFES. Josué sirvió como Director Nacional de la CECE del 2012 hasta el 2019. Odontólogo de profesión. Casado con Ruth Hicks y padre de dos niñas.