La Asamblea Mundial significó un gran reto a nivel personal. Del grupo de estudiantes fui la primera en rechazar la convocatoria porque no tenía los recursos y el momento del viaje estaría a mediados del semestre. Pero Dios tenía otros planes, se movieron las fechas de ingreso en mi universidad y junto al equipo de CECE que me apoyó, pude viajar. Fui con mucho temor al no tener la suficiencia en inglés y con demasiadas dudas; no sabía bien que iba a pasar. Dios me mostró demasiadas cosas que ni yo creía que sería capaz de hacer y de ver.
Los dos primeros días se realizó un evento para estudiantes, una actividad que me encantó fue “Ríos de vida”, donde cada país debía compartir la historia de cómo surgió su movimiento junto a su región. En Latinoamérica pudimos comparar que se repetían el nombre de varios miembros que ayudaron a consolidar los movimientos y pasamos por los mismos altibajos, de esto nació una propuesta “desde los estudiantes para los estudiantes”, que es la recopilación de materiales, talleres y proyectos que se tiene en otros países y que servirían para cada movimiento.
Al ver lo que cada movimiento sabía, me sentí la menos preparada para estar allí, pues había estado muy cómoda en mi movimiento, pero me faltaba profundizar más sobre el origen de mi movimiento, pero en medio de todo eso, Dios me supo reconfortar demostrando el porqué del poder viajar.
El grupo pequeño el cual dirigí, tuvimos una dinámica; nos separamos en parejas, hablé con una chica de Paraguay. Sentí que algo estaba mal con ella, que no podía concentrarse en ninguna pregunta. Dios actuó a través de mí, usándome en ese momento. Le pedí a ella que dejemos de hacer todo, que se sentara, que se quedara en silencio y que orara personalmente con Dios. Le sugería que orara no pidiéndole cosas, sino agradeciéndole y pidiendo por la serenidad necesaria, sugerí también que todo lo que este cargando lo deje a Dios, mientras yo le daba un masaje y oraba. Solo empezó a llorar y a relajarse. No sé lo que dije en esa oración, pero me agradeció y me preguntaba cómo sabía que estaba cargada, le respondí que el Espíritu Santo había puesto esa carga en mi corazón por ella.
Antonella Asimbaya es una estudiante de Arquitectura en la PUCE. Líder estudiantil de la CECE Quito y miembro de la Coordinadora Nacional de Estudiantes. Asiste y sirve en la Iglesia Evangélica de Iñaquito.