La madurez es un tema recurrente en la carta a los Corintios, ante esto nos preguntamos: ¿qué es madurar? Te invitamos a leer el blog de la semana anterior y algunas reflexiones de Verónica De la Torre, quien escribe el blog de hoy.
Hay muchos textos que nos hablan sobre la importancia de convertirnos en personas “maduras” y explican qué rasgos evidencian esta cualidad. Mencionaré solo algunas a continuación:
Ser maduro es:
- Ser responsables de nuestro autocuidado, sea en el área física, emocional, espiritual, no depender de las atenciones y cuidados de otras personas para garantizar nuestra sobrevivencia y funcionalidad. (Por supuesto, esto no se aplica para las personas cuya condición física o mental representa un limitante para este fin).
- Ser responsables de nuestras palabras y de nuestras acciones, aceptando las consecuencias positivas o negativas que estas producen, ya sin culpar a los demás y a las circunstancias sobre sus efectos.
- Es haber escogido por propia elección los valores esenciales que determinarán las decisiones y elecciones de vida.
Si notamos, estas cualidades son en esencia las que diferencian a una persona adulta de una que aún está en la etapa de niñez. Veamos: los niños o niñas no pueden aún cuidar de sí mismos por sí solos. En el cuidado físico, por ejemplo, podrían chuparse un zapato sin problema, o podrían literalmente morir si no gozan de alguien que los alimente. En lo emocional, podrían hacer berrinches para expresar lo que sienten, sin importar el efecto de sus gritos en sus relaciones interpersonales. En lo social, podrían reaccionar impulsivamente frente a un enojo y hacer daño. Así también, los niños aún no son capaces de hacer una diferenciación entre su sí mismos y el de sus padres y reproducen sin mayor reflexión sus creencias religiosas, políticas, sus estereotipos sociales, ya sea por no haber sido expuesto a otras posturas, o por lealtad familiar.
Los niños y niñas, como vemos, requieren de una mano amorosa, paciente, constante, que los ayude a visualizarse a sí mismo de cara a las necesidades de su propio cuerpo, mente y espíritu, así como de cara a las necesidades de quienes les rodean, y en un proceso arduo que muchas veces implica también dolor, desarrollen su AUTONOMÍA y se conviertan en ADULTOS.
“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.” (1 Corintios 13: 11)
El texto bíblico nos habla de este contraste entre el niño y el adulto, y es maravilloso que lo hace dentro del contexto de todo lo que implica desarrollar la capacidad para AMAR. Es decir, somos llamados a que esta transformación entre la total dependencia que evidencia un niño, hacia la autonomía y responsabilidad del adulto, sea transversalizada por el desarrollo de la capacidad para amar.
“4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (Vs. 4-7)
Esta definición magnánima del amor muestra con tanta profundidad, así como practicidad el potencial que tenemos como creación de Dios para, como adultos, tomar conciencia de las necesidades de otros seres humanos y de las propias, y como el hacerlo puede regular constantemente nuestras palabras y acciones. Es así que, ver a los demás seres humanos como necesitados de respeto y consideración (por eso no tiene envida ni es jactancioso), de actos de solidaridad (por eso es sufrido, es benigno y no busca lo suyo), verlos como seres humanos vulnerables al error y susceptibles de aprender y cambiar (por eso no se irrita, no guarda rencor), y verlos como necesitados de afirmaciones visibles a su valor y dignidad esencial (por eso no se goza de la injusticia), se convierten en señales esenciales de “madurez”.
Como dije antes, el adulto escoge los valores sobre los cuales edifica su vida ¿qué valor escoges para determinar la validez de tus actos? ¿Aceptas que la constante toma de conciencia sobre las necesidades físicas, emocionales, espirituales y sociales de los demás, así como de las tuyas propias, sean las que marquen tu crecimiento?
Verónica De la Torre
Lic. en Gestión Social, Instructora certificada. Máster en Intervención y Terapia Familiar. Psicoterapeuta de pareja y familia.