Todos necesitamos amigos y amigas. Somos seres sociales. La etapa universitaria nos acerca a personas con intereses y proyectos afines, con quienes podemos desarrollar amistad. Estos lazos afectivos nos motivan a perseverar en metas comunes, como concluir los estudios superiores.
Al leer los primeros siete capítulos del libro de Daniel, vemos a Daniel, Ananías, Misael y Azarías enfrentarse a las complicaciones de mantenerse fieles al Dios de Israel en el contexto imperial babilónico con sus múltiples presiones y amenazas.
La realidad de hostilidad de aquellos jóvenes no es muy diferente a la de los universitarios evangélicos en nuestro tiempo. La universidad es un ambiente plural y a veces hostil al Evangelio. Es en ese contexto donde la amistad brilla como un regalo de Dios para perseverar comunitariamente en fidelidad a Él y su misión.
Fidelidad a Dios
Daniel y sus amigos fueron parte de los cautivos que Nabucodonosor llevó a Babilonia después de tomar Jerusalén. De repente, para ellos el mundo tal como lo conocieron terminó. Ahora vivirían en una cultura totalmente distinta y serían sometidos a una imposición cultural diseñada para eliminar su identidad étnica y religiosa.
En esta historia identificamos la fidelidad al Dios de Israel como el elemento clave de la amistad que unió a esos jóvenes. Esa amistad tuvo una causa: no contaminarse con la comida y el vino del rey (Dn. 1:8) y perseverar en su adoración al Dios verdadero aún en el exilio.
Confianza mutua
Pero no fue suficiente el deseo de Daniel y sus amigos por ser fieles a Dios. Ellos necesitaron confiar el uno en el otro. En el capítulo uno, el narrador dice las motivaciones de Daniel, pero no comenta lo que los demás pensaban sobre el asunto. El narrador pareciera sugerir que la iniciativa de no contaminarse fue de Daniel. No obstante, cuando Daniel habló con el responsable de atenderlos, lo hizo en plural, a nombre de todos: “Haz una prueba con nosotros” (Dn 1:12). Esto sugiere un acuerdo previo entre ellos, posiblemente resultado de la persuasión de Daniel por llevarlos al extremo de poner la vida por una causa mayor. No hay duda de que compartir este tipo de riesgos forja lazos profundos y confianza para descansar nuestra seguridad y dedicarnos con libertad a enfrentar la tarea por delante.
Amistades para perseverar
La amistad entre hermanas y hermanos en la fe debería ser un faro en medio de la sospecha y duda que envuelven las relaciones humanas donde la sombra del abuso y la violencia aíslan a todos. Necesitamos comunidades de amigos, lugares seguros donde podamos mostrarnos tal cual somos, donde experimentemos el cuidado, la gracia, el perdón, la corrección y ánimo para perseverar en la fe y misión. Vemos a Daniel y a sus amigos constantemente alentándose a permanecer fieles a Dios. Hoy necesitamos esa clase de amigos y ser ese tipo de amistad para otros. Amistades que nos impulsan hacia algo mayor que nosotros mismos y nuestros propios deseos, amigos que nos recuerden y hagan vivir las palabras de Jesús: “busquen primeramente el Reino de Dios y su justicia” (Mt.6:33).
Amistad como paradigma de misión
Al enfocarnos en la amistad entre los seguidores de Jesús, corremos el riesgo de construir guetos en la universidad que son de difícil acceso, y en el peor de los casos excluyentes. Ese no fue el caso de Daniel y sus amigos. A ellos los vemos estudiando, conviviendo y ejerciendo sus funciones en la sociedad politeísta e imperial de su época.
En momentos polarizantes como los que vivimos, tenemos el desafío de forjar amistades genuinas con aquellos que no comparten la fe y enfocarnos en la reconciliación como parte esencial de la misión de Dios. Urge construir amistades sanas con todas las personas que conocemos en la Universidad. Los estudiantes de nuestros movimientos estudiantiles deberían ser amistades desinteresadas que brindan compañía a otros y encarnan a Cristo para los demás. Entre amigos confiables existe la posibilidad de que surjan preguntas profundas y oportunidades para compartir el Evangelio y su relevancia para la vida.
Amistad, una tarea pendiente
En lo relacionado a la amistad, tenemos la invitación de preguntarnos ¿Qué clase de amigo estoy dispuesto a ser para los demás? Estamos llamados a servir a otros y no servirnos de otros. La pregunta se enfoca en mi intencionalidad y disposición para abrirme al otro, lo cual conlleva una inversión de tiempo y riesgo, por colocarme en una posición vulnerable en la cual puedo ser no correspondido, defraudado, engañado o incluso herido. Llegar a tener amigos cuesta tiempo. Pero el intento vale la pena. En el mundo de la virtualidad y la postpandemia, la presencia radical es el mejor ejemplo de encarnación del Evangelio para esta generación.
Abdiel Espinoza González
Vive Tijuana, México. Abdiel es esposo de Ale, papá de Erandi y Ayari. Desde 2010 es obrero en COMPA, actualmente como Obrero Regional Noroeste. Estudió Historia y una Maestría en Estudios Teológicos. Forma parte del equipo pastoral de la congregación-albergue Camino de Salvación. Le gusta el café, caminar en la naturaleza, escribir poesía y andar en bicicleta.