En este mes repleto de eventos deportivos, me gustaría que reflexionemos sobre lo que Dios quiere de nosotros en este contexto festivo, lleno de celebraciones, desafíos, alegrías y tristezas. Inspirémonos en el ejemplo de Daniel y sus amigos en el reino de Babilonia, y consideremos las implicaciones de su formación y fe para nuestras vidas hoy en día.
Una frase que en mis tiempos de universitario escuché, fue el lema de la plataforma educativa en línea Platzi que decía: “Nunca parar de aprender”, y vaya que me motivó a perseguir con excelencia muchas metas que tenía para culminar con mi carrera universitaria. Detrás de esa frase había una invitación a:
- Adquirir la habilidad de aprender para toda la vida.
- Ejercer el pensamiento crítico manteniendo una mente abierta.
- Encontrar mi ritmo de estudio.
En nuestra mente también tiene que residir aquella invitación de Colosenses 3:23-24, “hacer todas las cosas como para Dios”.
Teniendo estos dos elementos a consideración, podemos responder favorablemente a metas que hemos establecido para graduarnos en cualquier campo de estudio.
Hay que ser honestos, cumplir con las metas que nos hemos propuesto en la carrera universitaria, está lleno de complicaciones, pero, son más llevaderas cuando pensamos en que Dios está en medio de ellas ayudándonos a transitar y a alcanzarlas. Que ánimo es llegar a la meta cuando entendemos que el fin es para servir a Dios y a nuestro prójimo. Es la regla de oro del cristiano y una motivación para ser formados en todo tipo de ciencia que permita el desarrollo sostenible de las sociedades, procurando ocuparse de las necesidades presentes, sin afectar las oportunidades de las generaciones futuras.
¡Alcanzar la excelencia siendo un inexperto es de valientes y atrevidos! Como estudiantes cristianos somos movidos por la fe y la relación que tenemos con Dios. Es Dios mismo nuestra fuente de inspiración y motivación que nos permite hacer todas las cosas con excelencia pues entendemos que todo viene y va hacía Él. 2 Pedro 1:3-4 dice que “Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para llevar una vida de rectitud. Todo esto lo recibimos al llegar a conocer a aquel que nos llamó por medio de su maravillosa gloria y excelencia” y posteriormente nos llama a imitar este carácter de excelencia de Dios. Y claro, alcanzarla tiene algunas implicaciones.
Hemos visto que los deportistas se forman a través de entrenamiento riguroso, disciplina y dedicación constante. Llegan a la meta mediante la fijación de objetivos claros, la perseverancia y el apoyo de sus entrenadores y equipos. De ellos podemos aprender la importancia de la disciplina, la resiliencia y el trabajo en equipo.
Podemos ser muy cristianos y a la vez llevar una disciplina, dedicación y enfoque muy mediocre. Esto nos priva en lo absoluto de imitar la naturaleza de Dios. La invitación de Dios está en mantener equilibrada nuestra vida de tal modo que podemos imitarle a Él en todas las áreas de la vida.
Ver a Daniel es ver a esa persona que nunca para de aprender, hace las cosas con excelencia, vive con rectitud, es disciplinado, dedicado, resiliente, entre otros atributos más que podríamos seguir destacando. Exploremos unos cuantos:
- Dn. 1:4. Joven fuerte y bien parecido, instruido en todas las ramas del saber, dotado de buen conocimiento y de buen juicio.
- Dn. 1:8. Convicciones claras.
- Dn. 1:17. Poseedor de aptitudes excepcionales en aspectos de literatura y sabiduría.
- Dn. 2:17-18. Trabajo en equipo, entre otros.
Estar a cargo de la administración de reinos eran un trabajo muy riguroso que implicó que Daniel:
- Sea leal a Dios al tomar las decisiones.
- Mantuviera disciplina, constancia, resiliencia y dedicación en todo lo que tenía que aprender.
- Y, finalmente, entender con humildad que de Dios procedía esa excelencia y sabiduría que le ayudaba a Él a destacar sobre los demás sabios y líderes de los reinos.
Así se veía su excelencia: buena, agradable, justa e íntegra en todo lo que lograba a medida que escalaba en los puestos de los diversos reinados que estaban a su cargo. La excelencia de Daniel implicó muchos sacrificios, entre ellos, ser exiliado, ser odiado por sus compañeros gobernantes y ser enviado a un foso de leones. Es un costo que estuvo dispuesto a pagar porque entendió cuál era la meta: “vivir de la manera que agradase a su Dios” lo cual implicaba, ser fructífero y desarrollar su vida en un pueblo ajeno al suyo, poniéndose al servicio de la corte real y del pueblo para promover el bienestar del lugar en el que se encontraba (Jeremías 29:1-7).
Dios hoy nos está invitando a hacer las cosas con excelencia, ser fructíferos en nuestros campos de estudios y a promover la paz por el bien de la Universidad y la de nosotros mismos.
Juan Andrade
Ingeniero de Software graduado de la UNEMI, nací y actualmente vivo en Naranjito. Sirvo como Asesor Jr., estoy encargado del área de Tecnología de la Información (IT). También apoyo al Equipo de Contenidos: elaborando y revisando material para estudios, talleres, correos electrónicos, entre otros. Si preguntas algo curioso de mí, te diría que: ¡me encanta un montón el café y los postres!