Compartimos una última entrega de nuestra serie de investigaciones de la CECE. Te animamos a leer las entregas anteriores sobre “Ciencia y fe: una mirada poscolonial” y “Migración y fe: el caso de la diáspora venezolana en Ecuador”. Y a sumarse a las investigaciones que profundizan el diálogo en la Universidad. Presentamos hoy el tema propuesto por Ruth Tobar.
El proyecto sumativo que propuse para mi titulación de la Maestría en Teología, de la Universidad de Palmer, tuvo el título: “Música y teología en canciones icónicas”. Comparto un resumen de mi experiencia y aprendizajes.
Este trabajo fue un viaje personal, la música es mi forma de comunicarme con Dios. Es así como en la maestría y los estudios en el conservatorio me han permitido, no solo escuchar la música, sino apreciarla en su contexto, su cultura y su composición.
La música que cantamos en nuestras iglesias lleva teología y debemos ser conscientes del bagaje que tenemos como cristianos, tanto positiva como negativamente, con aciertos y desaciertos en nuestra cultura. Mi invitación personal fue hacer una reflexión intencionada con los directores de alabanza, músicos y pastores, quienes guían la liturgia y presentan varios aspectos de Dios a nuestras comunidades a través de las canciones.
Como punto de partida escogí dos textos bíblicos que son canciones, aunque claramente no tenemos acceso a la música, se analizó la letra. Del Antiguo Testamento uno de los primeros cantos completos escritos, el canto de Moisés (Éxodo 15.1-21) y del Nuevo Testamento (Filipenses 2.6-11) el himno cristológico registrado por Pablo. Estos textos nos invitan a pensar en el desarrollo de esta rama artística y su posterior establecimiento en la liturgia cristiana hasta el día de hoy.
En la segunda parte de este proyecto, les mostré las canciones más icónicas de épocas posteriores a Jesús. Las seis canciones que analicé son de cinco épocas diferentes. Geográficamente partimos en el continente europeo de la Edad media (Siglos V-XV) con la canción “Viderunt omnes” de Perotin y avanzamos a la Reforma (Siglo XVI) con la canción “Castillo fuerte” de Martín Lutero.
Desde el continente americano, con la época de los avivamientos (Siglo XVIII y XIX) con la canción “Oh Freedom” de los Espirituales Negros. Seguidamente, pasamos al Siglo XX especialmente a los años 60 del pentecostalismo, con la canción “Todopoderoso” de Danilo Montero y a lo que hemos llamado la diversificación contemporánea con la canción “Tenemos esperanza” de Federico Pagura.
Finalmente analicé la canción, “Aunque gigantes encuentre allá” versión de Palabra en Acción, en relación con mi propio contexto eclesial en la Iglesia Evangélica Bíblica en el Inca (IEBEI).
Al analizar estas canciones en su conjunto llegué a las siguientes conclusiones:
En primer lugar, la música ayuda a forjar pensamientos y doctrinas. Nada más efectivo que la letra cantada, se hace parte de nuestra cultura, especialmente nuestra visión de Dios, de Jesús y del Espíritu Santo.
En segundo lugar, nos invita a ser conscientes del rico bagaje cultural que tenemos. Es tiempo que dejemos de lado las rivalidades y comencemos a apreciar el arte que se desarrolló en esas épocas. También escuchar otro tipo de canciones y ritmos pueden ayudarnos a conocer otras aristas del Evangelio, incluso no repetir ciertas formas de comunicar y las doctrinas.
Al final, este trabajo es una invitación a entender la teología de la canción a través de su letra, apreciar el arte del compositor a través de su música y a llenarte de la cultura del lugar donde se hizo. Ninguna canción está escrita por casualidad, siempre tiene un por qué y un para qué.
Hoy por hoy tenemos acceso a toda la música que queramos, usemos la globalización para alimentar nuestra fe a través de la historia y en este caso a través de la historia de la música.
Como dijo el gran reformador Martín Lutero:
“Me he convencido tan plenamente del valor del canto en el ministerio cristiano que ahora no permitiría que nadie predicara ni enseñara al pueblo de Dios si no reconoce y practica el poder de los cantos sagrados. Creo que el Diablo, el autor de ansiedades pesarosas y turbulentas desgracias, huye ante el sonido de la música sagrada casi tanto como ante la misma Palabra de Dios”.[2]1
- Leopoldo Cervantes Ortiz, 7
Ruth Tobar
Magíster en Teología, Licenciada en Comunicación Social. Serví como Asesora Pastoral de la CECE hasta 2022. Una sierva del Señor hasta que venga a recogerme.