Ahora que vivo en Guayaquil, disfruto de las fiestas de mi ciudad, que dicho sea de paso las celebramos durante julio y octubre. Las fiestas de todo el país están repletas de actos cívicos, desfiles estudiantiles, eventos gastronómicos y, en mi caso, el reconocido desfile náutico por el río Guayas, entre otros. Este último consiste en realizar barzas alegóricas a la fundación de la ciudad, con motivos coloridos, realizados por artesanos. Todas nuestras ciudades se llenan de luces para festejar fechas importantes.
En el capítulo 5 del libro de Daniel vemos al rey Belsasar, hijo de Nabucodonosor, en su arrogancia y en medio de la guerra, organizando una gran fiesta para mil de sus nobles. En medio de la fiesta, aparece una mano humana que escribe en la pared del palacio, el mensaje dice que su reino llegó a su fin y que se entregaría a otra nación por su falta de justicia y humildad. Esa misma noche, los medos y persas, liderados por Darío el Medo, invadieron Babilonia siendo Belsasar asesinado.
Las luces brillantes, las decoraciones deslumbrantes y el ambiente festivo son parte integral de muchas celebraciones. Representan alegría, esperanza y un escape temporal de nuestras preocupaciones cotidianas.
Durante las celebraciones, a menudo perdemos la noción del tiempo. Las horas pasan volando, y nos sumergimos en una burbuja festiva. Sin embargo, al final, regresamos a nuestra realidad diaria. ¿Cómo equilibramos esta distorsión temporal? ¿Cómo evitamos que las celebraciones nos alejen demasiado de nuestra vida cotidiana?
Es importante enfocarnos en los propósitos que Dios tiene para nosotros y el no dejarnos deslumbrar a cabalidad por las festividades, sus luces, colores e incluso la incidencia de la alegría reflejada en las redes sociales al momento de festejar. El mantener un balance entre las celebraciones y la vida cotidiana, asegurándote de no perder de vista las cosas importantes que te encomienda Dios, esto nos permitirá disfrutar de las celebraciones mientras te mantienes fiel a tus convicciones y propósito espiritual.
En la dualidad de las celebraciones, podemos definir que las festividades nos ofrecen momentos de alegría y distracción, pero también debemos recordar la importancia de la contemplación y la conexión con lo sagrado. Así que, mientras disfrutamos de las luces festivas, no olvidemos encender también la luz de la oración de gratitud para nuestro creador.
Jenny Campo
Nací en Santo Domingo, y llevo la mayor parte de mi vida residiendo en Guayaquil. Soy Arquitecta, graduada de la universidad de Guayaquil. Sirvo como Asesora Jr. sirviendo en Cuenca, Guayaquil y en el Equipo de Contenido y Capacitación de la CECE.