“Nadie me dijo jamás que el duelo se siente como el miedo” – C.S. Lewis.
Una pena en observación es un texto de C.S. Lewis que relata su propia experiencia de perder a su esposa y describe detalladamente su vivencia. Él describe al duelo con distintas metáforas como: el miedo, un valle sinuoso, una espiral, la ausencia que salpica todo lugar, una amputación y llega la conclusión de que el dolor no es un estado, sino un proceso. Cuando perdemos a alguien o algo muy preciado para nosotros, vivimos un duelo.
Todo el año estamos explorando el libro de Job con sus Preguntas Honestas a Dios. Miramos que Job es una persona que experimentó pérdidas a todo nivel. El capítulo 1 de Job describe cinco tragedias que sobrevinieron una tras otra. Un mensajero llega corriendo a informar que han atacado a los bueyes y asnos ¡se los robaron!, han dado muerte a los criados. Luego llega otro mensajero diciendo: ¡cayó un rayo sobre las ovejas y los criados! Más adelante, la noticia de que unos salteadores se han llevado los camellos. Casi enseguida aconteció que sus hijos también han muerto, y cómo si esto no fuese suficiente, Job enferma con llagas dolorosas perdiendo toda salud. Nos preguntamos: ¿cómo es posible que una persona pueda soportar tanto dolor? ¿cómo le damos sentido a las pérdidas?
¿Qué es el duelo? La palabra duelo proviene del latín dolus que significa dolor, desafío o combate entre dos. Así de sencillo, duelo significa dolor. Esta vivencia no hace referencia únicamente a la muerte de un ser querido, sino también a cualquier clase de pérdida. Es un acontecimiento estresante, que produce temor y muchas preguntas.
Los seres humanos vivimos duelos para ordenar, entender la pérdida y darle un significado. Lo que hemos perdido, ha sido importante para nosotros, hemos amado, invertido vida, tiempo, cariño, y si llega a perderse, duele. El duelo es parte de seguir amando. Y ahora hay que amar de otra forma.
Asaltos, pérdida de seres cercanos, oportunidades de trabajo, enfermedad, casi seguro que has experimentado una de estas tragedias en los últimos años. ¿Cuánto hemos perdido en este tiempo? Todos hemos vivido, o estamos aun viviendo duelos en muchas áreas. Puede ser que hayamos perdido familiares o amigos, un negocio, una relación sentimental, la sensación de seguridad, el acceso a la educación universitaria, proyectos y sueños sobre el futuro, la fragmentación política y social de nuestro país, salud con las consecuencias del encierro o del Covid-19. Lo cierto es que todos estamos atravesando duelos, y como Lewis concluyó, son procesos.
Se estima que la vivencia del duelo tiene una duración de aproximadamente dos años. Cada persona va a tener diferentes ritmos de procesar una pérdida, y es importante recordar que no es un proceso lineal, sino más bien cíclico o en espiral.
Estudios han definido cinco fases o etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión, aceptación. En cada una de ellas, aparecen preguntas y distintas manifestaciones a nivel físico y emocional. Se puede experimentar dificultades en el sueño como pesadillas o insomnio, aumento o falta de apetito, cansancio y fatiga física, dolores de cabeza y cuerpo, sensación de vacío, entre otros. Con la negación: ¡esto no puede estar pasando!, negamos la realidad de la pérdida y es un estado inicial de shock y asimilación de lo acontecido. La ira, ¿por qué Dios permitió esto? Las personas pueden estar muy irritables y con expresiones fuertes de enojo y rabia. Durante la negociación, se buscan alternativas para revertir la situación. La etapa de depresión se caracteriza por tristeza profunda, ansiedad, nostalgia o melancolía. Finalmente, la aceptación, es una etapa en la que poco a poco la persona se siente más tranquila y en paz, permite hacer las paces con la pérdida que se ha sufrido y darse la oportunidad de seguir viviendo.
En la Escritura encontramos a muchísimas personas que atravesaron pérdidas. Como vimos, Job lo perdió todo, Marta y María perdieron a Lázaro, los apóstoles a Jesús, Pablo con sus prisiones y naufragios, David, el Faraón, Elías y el mismo Dios. El Evangelio nos trae esperanza y consolación en medio de las pérdidas. Jesús llora, sufre y camina con nosotros. También el Señor nos da herramientas y provee una comunidad para sanar y ser restaurados.
Algunas recomendaciones para procesar las pérdidas son: Reconocer la pérdida, haz una lista de qué es lo que has perdido y los sentimientos que acompañan esto. Expresa tus emociones y pensamientos con libertad de maneras saludables: hablar con alguien de confianza, escribir, llorar, escuchar música, crear arte con tus manos, etc. Entrega todo esto a Dios, confiando que Él está presente contigo. Fortalece tu red de apoyo, estar en contacto con quienes amamos y nos aman. Escucha a tu cuerpo, si necesita descansar, dormir, ejercitarse. Aliméntate adecuadamente. Te animamos a hacer un inventario de lo que no se ha perdido, esto ayuda a apreciar lo que tiene y ser agradecidos. Puedes hacer una lista de las cualidades de Dios, tus cualidades propias y cómo éstas te han ayudado a superar crisis anteriores.
Una pérdida marca profundamente nuestras vidas, y a la vez abre nuevas oportunidades para crecer y madurar. Podemos dar gracias a Dios que nos provee una comunidad, consolación, esperanza de resurrección y su presencia misma para caminar juntos en medio del dolor.
Puedes leer más sobre el duelo aquí: Duelo: Un grito en medio del dolor – CECE (somoslacece.com)
Andrea Utreras
Andrea es Psicóloga Clínica de profesión. Trabaja como Asesora Pastoral de la CECE, acompañando a Grupos Universitarios en Manta, Portoviejo y Riobamba. Actualmente sirve como Coordinadora General del grupo de jóvenes universitarios C3 de la Iglesia Evangélica de Iñaquito. Disfruta de correr, traducir y pintar en acuarelas.