Confieso que para mí no es fácil orar. Muchas veces no sé bien que decir, doy vueltas o me distraigo. Intento ser constante pero rápidamente me desanimo. ¿Alguien más se identifica conmigo?
Daniel fue un hombre de oración. Miramos en varias porciones de todo el libro a Daniel orando de manera constante y sostenida (Dn. 6:10); en medio de la presión y el peligro de muerte; al momento de tomar decisiones importantes (Dn. 2:17-18); y con un constante reconocimiento y alabanza a Dios en medio de todas las circunstancias (Dn. 9:1-19).
Una de las marcas características de su oración fue la gratitud, y aún más cuando recibía malas noticias. Era una oración intensa, muchas veces acompañada de ayuno y esta necesidad profunda de depender de Dios. Esta disciplina de Daniel es una de las marcas más distintivas de su liderazgo, dice Jorge Atiencia en su libro “Hombres de Dios”.
La oración de Daniel, en el capítulo 9, nos muestra claramente cuáles son los hábitos que sostienen la vida del creyente, desde lo privado hasta lo público: oración, confesión, lamento, intercesión y reconocimiento de Dios.
“Así que dirigí mis ruegos al Señor Dios, en oración y ayuno. También me puse ropa de tela áspera y arrojé cenizas sobre mi cabeza. Oré al Señor mi Dios y le confesé…” (Dn. 9. 3-4)
Daniel, desde lo secreto, buscó a Dios y pudo hacerle frente a los desafíos que tenía en Babilonia. No sólo se centró en sus necesidades, sino que tenía una profunda consciencia de la realidad de su pueblo, sus pecados, el que se apartaron de Dios, y eso es lo que confiesa.
Daniel nos desafía a ser conscientes de nuestra realidad, del contexto donde nos movemos, de sus dolores y oportunidades. ¿Cómo, de esa manera, podemos orar por nuestra Universidad? ¿Qué hemos de confesar? ¿Qué aspectos necesitamos lamentar?
»Oh Dios mío, inclínate y escúchame. Abre tus ojos y mira nuestra desesperación. Mira cómo tu ciudad—la ciudad que lleva tu nombre—está en ruinas. Esto rogamos, no porque merezcamos tu ayuda, sino debido a tu misericordia. (Dn. 9:18)
En su oración, Daniel también reconoce la grandeza de Dios, varios aspectos de su carácter y recuerda lo que Él ha hecho en el pasado. Esto le permite a Daniel confiar en Dios y depender de sus fuerzas. Él pide con valentía que Dios intervenga.
Nos preguntamos ahora en oración, ¿Qué es lo que Dios ha hecho en mi campus? ¿Cómo Dios se ha mostrado antes en mi vida, con mi familia? ¿Qué reconozco hoy de Dios para confiar en Él?
»Oh Señor, óyenos. Oh Señor, perdónanos. ¡Oh Señor, escúchanos y actúa! Por amor a tu nombre, no te demores, oh mi Dios, porque tu pueblo y tu ciudad llevan tu nombre». (Dn. 9:19)
Daniel siguió orando, intercediendo por su pueblo. Y Dios le respondió:
“Tan pronto como comenzaste a orar, Dios contestó tu oración. He venido a decírtelo porque tú eres muy apreciado. Presta, pues, atención a mis palabras, para que entiendas la visión” (Dn. 9:23).
¡Tan pronto como empezaste a orar, Dios contestó tu oración! Dios escucha nuestras oraciones, lamentos, preguntas. Y nos inquieta a prestar atención, a esperar por la respuesta, a seguir orando, a confiar en Él.
Los discípulos también le pidieron a Jesús: “Enséñanos a orar” (Lc. 11:1). No hay necesidad de enredarnos tanto. Dios conoce lo que pensamos y necesitamos, pero Él quiere escucharnos.
¿A dónde voy con las cargas de acompañar a otros? ¿A quién pido sabiduría? ¿Cómo me mantengo firme ante el caos? ¿Cómo puedo interceder por mi contexto? ¿Estoy dependiendo de Dios? ¿Estoy prestando atención?
Quiero animarte a escribir una oración a Dios hoy.
Nota: Este y otros aspectos más de nuestro carácter, inspirados en el libro de Daniel, los exploraremos en el EFE 2024. Si aún no te inscribes, ¡hazlo cuanto antes!
Andrea Utreras
Andrea es Psicóloga Clínica. Trabaja como Asesora Pastoral de la CECE, acompañando a Grupos Universitarios en Manta y Portoviejo y como Líder del Equipo de Capacitación y Contenidos. Actualmente sirve como Coordinadora General del grupo de jóvenes universitarios C3 de la Iglesia Evangélica de Iñaquito. Disfruta de leer, traducir y pintar en acuarelas.