¿Cómo informa mi fe a mi arte?
El arte es la buena forma de hacer.
Después de aproximadamente un año de practicar artes teatrales en mi congregación de fe tomé la decisión de hacerlo, más técnico. Como Pablo dice hacerlo todo bien, como para Dios (Colosenses 3:16-24), o en palabras del salmista: alabar a Dios haciéndolo bien (Salmos 33:1-3).
La perspectiva de estas personas y de muchas otras en la Biblia de hacer bien una actividad (de hecho toda actividad) para Dios fue razón suficiente para dedicarle más tiempo y recursos a mejorar mi técnica teatral.
Hacerlo bien, es una frase que pasó por mi cabeza mucho durante el tiempo de entrenamiento teatral. No sólo por la motivación sino por el papel que el teatro como espacio físico jugó en la historia de la iglesia. Hebreos 10:33, 1 Corintios 4:9, Hechos 19:23-31 y Efesios 5:3-5 nos muestran que la experiencia de los creyentes con el teatro era negativa y muy desagradable, así parte de hacer algo bien ya no sólo era mejorar una técnica sino darle el enfoque adecuado, como Dios cuando se refiera a toda su creación… buena.
Dios, guionista y director
Como verás para hacer esto necesitamos conocer el accionar mismo de Dios y su carácter; conocer al artista por su obra. Esta propuesta la veo en la Biblia, conocer a Dios a lo largo de una historia, de un guion que nos muestra tal compromiso suyo por su creación como el director y guionista de la obra, y a la vez el personaje principal. Desde la silla y el escenario hace todo para que esta siga el diseño soñado aun cuando la trama toma giros inesperados como guerras y exilios.
También vemos a Dios presentándose con diferentes personajes que revelan su esencia. Un Creador que le dedica esfuerzo a su obra, un Rey que pelea por el bienestar de su pueblo (y siempre gana), un Hijo que nos indica el camino de vuelta a casa, un Padre que nos da lugar en su mesa, un Esposo que tendrá comunión para siempre con su esposa. ¿Logras verlo? ¡A Dios le encanta ser representativo! Estimular nuestra imaginación para conocerlo.
El gran guion, la Biblia: su historia y nuestra historia.
Su historia da inicio a la nuestra con la apertura del telón en un inmejorable primer acto, dónde da su razón de ser a cada personaje, a quienes crea para sí mismos la problemática de ser fieles o no a su creador y eventualmente libertador, estimulados por guerreros, jueces, reyes y sabios artistas de la representación (llamados profetas) a la obediencia, misericordia y justicia, pero no hay cambio alguno en este acto, infidelidad, soberbia, perdidos completamente. Sin embargo antes de que se cierre el telón el director nos muestra un secreto a voces que pocos entendían, una esperanza de un cambio real.
Momento del intermedio, cuatrocientos años de intermedio (silencio), y el telón vuelve a abrirse junto con los mismos problemas de siempre pero con la aparición del protagonista, quien nos habla de una forma diferente de vivir, la llama reino; mostrándola al dar dignidad a los rechazados, sanidad a los enfermos perdón a los pecadores, dedicado a la “gente de la calle” dirían algunos, público perfecto para un breve sketch (con profundos significados y correspondientes aplicaciones prácticas) al aire libre diría yo. Como todo buen protagonista es amado y admirado por unos, y temido, incomprendido y aborrecido por otros; y también es fiel a sus principios y misión, ajenos al drama de la perdición pero propios de su reino, tanto así que permite que lo juzguen y maten. Suena injusto pero ¿sabes? era Su plan, Su guion y está lejos de culminar porque nuestro héroe vuelve a la vida por Su mano y entonces la esperanza es plenamente tangible, totalmente restaurada en su gente para poder salvar a todo el elenco de su autodestrucción y ser reales, ser parte de su plan, pues le confía esta manera de vivir y pensar a quienes confiaron en él. Sí, a nosotros, pues este personaje saldrá de escena momentáneamente.
El segundo acto alumbra altos y bajos para los nuevos coprotagonistas con milagros y masacres, fidelidad y apostasía (presentes hasta hoy).
El cierre de este acto será la apertura para el tercero y último, el remate perfecto. El héroe regresa por quienes confiaron en él para vivir como reyes. Cómo se llevará a cabo (con lujo de detalles) aún no está claro incluso para muchos de los actores (te invito a que vuelvas a leer el guion) pero lo más importante no es eso sino la restauración plena de la idea original, estar con Dios. Este acto no tiene fin, y no, tranquilo no es monótono, es vivir realmente.
¿Cómo informa mi arte a mi fe?
El paradigma
La ilusión de que el arte carece de leyes que la delimiten en sus infinitas formas de expresión, es lo que lleva a la gente a pensar que el artista es descuidado o que su obra no conlleva esfuerzo intelectual alguno, que es fruto del azar, y por tanto no es una herramienta que el creyente pueda tomar en cuenta pues su Dios llama al orden (1 Corintios 14:40). Esto no puede estar más lejos de la realidad.
El artista es disciplinado
La realidad es que para hacer algo bien se necesita de disciplina, cosa que aprendí en la primera clase de teatro. El director da indicaciones a sus estudiantes que forman un círculo en actitud y posición corporal que denota suma atención.
El artista se compromete
También, mi concepto de servicio se amplió. Cuando vi al director llegar una o media hora antes del ensayo, a revisar sus apuntes o realizar ejercicios de calentamiento. Y al final del ensayo preguntar por el estado de ánimo de sus estudiantes y preocuparse por aquellos que no asistían.
Ver a Dios
Y finalmente, la parte más importante, el arte le da al creyente una visión más amplia de Dios, de su forma de ser y su forma de expresarse. La personalidad misma de Dios es creativa por lo que nos enseña cómo es Él de formas representativas (El cordero y el león, el primero y el último, la vida verdadera, etc). De este último punto quisiera hacer una “tercera llamada” porque como un observador y participante de las artes considero fundamental conocer que el creyente debe apuntar a experimentar y conocer a Dios como lo hicieron las personas en la biblia, valorando cada expresión Suya como una obra de arte, digna de ser contemplada y admirada (un mar que se abre a la liberta y se cierra a la opresión).
En resumen: tres frases y una sugerencia
Si algo te llevas de este “testamento” que sea esto: El arte es la forma de hacer algo sumamente bien. Ninguna obra de Dios es improvisada o negligente, y menos aún obligada o tediosa. El bien hacer requiere amor, todo arte lo requiere.
Es la forma que nos enseña Dios con sus parábolas sencillas pero profundas, con su creación hermosa y compleja, con su encarnación divina en un cuerpo mortal y con su incomparable compromiso por su obra. En palabras de Aslan: “Criaturas, os doy vuestro ser. Os entrego para siempre este país de Narnia. Os doy los bosques, las frutas, los ríos. Os doy las estrellas y me entrego yo mismo a vosotros.” (Lewis, 1955, p. 52, Sirius).
Seamos aprendices de nuestro artesano. No hace falta ser Dios para crear y hacer arte, lo hacemos desde nuestros roles como cantantes, oficinistas, gimnastas, obstetras, agricultoras, cajeros, abogadas, sacerdotes, plomeros y sobre todo como humanos. Así que no hace falta pintar otra capilla Sixtina o crear al come piedras volador, simplemente falta ser aquello para lo que fuimos creados, aprendices del Maestro.
Si logré inspirar curiosidad por este tema te sugiero tres lecturas: la Biblia como la obra de arte que es, para lo cual se han hecho presentes para mí “Las Crónicas de Narnia” de C. S. Lewis y el corto pero enriquecedor “Artesano” de Alex Sampedro (Sampedro, 2018, e625).
Andrés Jara es miembro de la CECE EPN en Quito, estudiante en la Facultad de Ingeniería Eléctrica y se encuentra en la elaboración de su tesis. Sirve en el ministerio de artes escénicas en la Iglesia Monte Sión.