La cultura popular se caracteriza por celebraciones religiosas rituales que se relacionan, a su vez, con platos tradicionales como la fanesca que nos recuerdan una época determinada del año. Con una población mayoritariamente católica, nuestro país se apresta a la celebración de la Cuaresma, “cuarenta días”1 que desde el enfoque del catolicismo deberían ser usados para la práctica de disciplinas espirituales tales como la oración, la reflexión, la ayuda al prójimo, la solidaridad.
Los cuarenta días de la Cuaresma nos recuerdan el relato del pueblo de Israel durante 40 años antes de poder ingresar a la tierra prometida (Éxodo). De igual manera evocan el número de días que Cristo estuvo en el desierto, con prácticas como el ayuno y la oración como herramientas contra la tentación previo al inicio de su ministerio público (Lucas 4:1-2).
El fin de la Cuaresma tiene lugar el jueves de Semana Santa. Lamentablemente para algunos cristianos evangélicos, el identificarse como tales significa invalidar los rituales del catolicismo, que, si bien no estoy haciendo un llamado a hacer sus prácticas rituales, si deberíamos por lo menos meditar en este periodo del año desde nuestra espiritualidad y convicción cristiana.
El miércoles de ceniza desde la ritualidad católica, es un día de confesión de pecados. La imposición de la ceniza tiene su origen en el Antiguo Testamento, donde el colocarse ceniza era un símbolo de humildad ante Dios.
Como cristianos evangélicos antes que marcar una división entre los practicantes del catolicismo, deberíamos reflexionar sobre nuestra espiritualidad en esta época. Por lo general, la cuaresma pasa desapercibida, incluso en la liturgia en la mayoría de nuestras iglesias, existe una exacerbación “valida” en la semana Santa que es usada generalmente como un tiempo para evangelizar.
Sin embargo, nuestra Cuaresma o tiempo de ayuno o reflexión como cristianos no está limitada a una época del año. Respetamos los símbolos como la ceniza, pero asumimos que el símbolo visible de nuestra conversión, oración y ayuno está en nuestras acciones cotidianas como creyentes en Jesús. Con todo ello la Cuaresma como periodo litúrgico puede ser un buen tiempo para preparar nuestro espíritu.
El miércoles de ceniza seguramente llegaremos a nuestros sitios de trabajo o a nuestros centros de estudios y distinguiremos a los que tienen o no la ceniza en la frente. Más que exaltar las diferencias visibles, debemos recordar que nuestra predicación no es un Cristo crucificado, sino su plena resurrección sin hacer distinción de personas.
La primera epístola a los Corintios, escrita por el apóstol Pablo, establece que las diferencias entre los creyentes son superfluas; las divisiones entre griegos, judíos y otros gentiles en Corinto, más las disputas de los liderazgos religiosos, habían hecho que olviden a quien predicaban (1 Corintios 1-10-13). Pregunta Pablo ¿Acaso está divido Cristo?
El asumir la diversidad dentro del cristianismo, sin que esto implique un relativismo o hacer concesiones en nuestra fe, es una muestra de madurez en el ministerio. Nuestra Cuaresma es Jesús, cuando no limitamos a cuarenta días en el año nuestra vocación de fe, cuando tanto en Navidad o en Semana Santa recordamos la obra salvadora de Cristo en la cruz y su resurrección.
Pablo recuerda a la iglesia de Corinto la importancia de la resurrección, no celebraríamos ninguna festividad religiosa si Cristo no hubiera resucitado. La resurrección de Cristo nos da una perspectiva distinta, nuestra Cuaresma es Jesús. Más allá de resaltar las diferencias rituales religiosas, enfaticemos en la razón por la cual se celebran los ritos. Y si Cristo no ha resucitado, entonces la predicación es vacía y también lo es la fe (1 a los Corintios 15:13-14).
El ver a una persona con la ceniza en el rostro, nos permitirá reconocer a una persona con una vocación de fe en Cristo, debe ser una oportunidad para acercarnos, compartir, orar y juntos evidenciar que Jesús es nuestra Cuaresma todos los días del año.
1 En la práctica, en este año son más de cuarenta días desde el miércoles de ceniza hasta el jueves santo, pero la creencia generaliza es que la cuaresma termina un día antes del inicio de Semana Santa. El calendario litúrgico lo establece la Iglesia Católica y en 1970 se estableció que el fin de la cuaresma sea antes del Triduo Pascual (viernes, sábado y domingo de Semana Santa), por lo que el número de días de la Cuaresma suele cambiar teniendo un mínimo de 38 días en algunas ocasiones o más de cuarenta días en otras.
Ronald Rivadeneira
Ronald es Pastor Bautista, docente del Seminario Bautista, tiene estudios de licenciatura en Antropología Aplicada y una Maestría en Ciencias Sociales con mención en Sociología, también tiene estudios en Teología, actualmente está terminando la tesis de la Maestría en Estudios Teológicos. Es esposo de Irma Padilla y padre de Marcos.