¿Cómo vivir fielmente al Señor y sus propósitos en medio de bestias imperiales? Esa es una de las preguntas que plantea el libro de Daniel y a la que aporta creativamente una respuesta. El pueblo de Dios en la época de Daniel vive su fe en medio de intensas disputas por el poder entre varios imperios. De ahí que este conjunto de relatos y visiones, que es el libro de Daniel, nos invitan a una reflexión teológica de las realidades políticas de las que hacemos parte.
Y de eso se trata, para ponerlo en muy sencillos términos, la teología política. Es una sostenida reflexión teológica sobre el ejercicio del poder y del ordenamiento de la vida comunitaria y social. Esta reflexión intenta discernir cómo el pueblo de Dios ha de vivir con fidelidad a los propósitos de Dios buscando maximizar el shalom para toda la creación y criaturas de Dios en medio de los constantes desatinos de las bestias imperiales.
A continuación, ofrezco algunos apuntes de cómo el libro de Daniel nos invita a valorar teológica y políticamente la realidad. Exploremos brevemente un relato y una visión. Vamos el primer relato del libro de Daniel (capítulo 1). El protagonista de los relatos y visiones es un joven noble judío que experimenta la invasión de un imperio que tiene como consecuencias su desarraigo y traslado a las cortes babilónicas para ser preparado para el servicio público del imperio. Invasión, colonización, desarraigo, migración forzada, educación imperial, imposición de una identidad: esos ya son elementos del ejercicio del poder de un imperio que se registran en el cuerpo social de una comunidad y en el cuerpo de una persona, Daniel en este caso.
Pero en medio del desastre de este desarraigo ocurre un primer acto teológica y políticamente subversivo: Daniel y sus tres colegas deciden que su lealtad primera y última no será con el proyecto imperial de Nabucodonosor sino con el Dios Creador de los cielos y la tierra. Esta “desobediencia” al imperio se expresa simbólicamente en negarse a compartir la comida y bebida del rey. Dijeron sí a varias cosas: sí al cambio de nombres, sí a la educación imperial, sí al servicio administrativo del reino; pero no a compartir la mesa del rey.
Vamos ahora a la primera visión del libro de Daniel (capítulo 7). Daniel experimenta un sueño y visiones en el contexto del reinado de Belsasar. Él sueña con cuatro bestias o monstruos multiformes (león, oso, leopardo y una última bestia “extremadamente horrible”) que se comportan como lo que son: bestias y monstruos. Daniel recibe asistencia en cómo interpretar su sueño: “Las cuatro grandes bestias con cuatro reinos que se levantarán en la tierra…”. Esa es una lectura política y teológica del ordenamiento social de la época de Daniel: los reinos imperiales son como bestias y se comportan como tal. No hay razón para esperar lo contrario.
Pero la interpretación continúa, pues se añade también cómo el pueblo de Dios y otros han de vivir en medio de estas bestias imperiales: no han de imitar las maneras imperiales de las bestias, sino han de conducirse con su vocación primaria: ser seres humanos, conducirse humanamente, ejercer el poder de tal manera que se maximice el shalom para toda la creación, humana y no humana (Daniel 6:13-14). Ese es el dato “subversivo” y de “desobediencia” contra los imperios que el pueblo de Dios ha de acoger y encarnar: dirigirse de manera humana y no bestial o monstruosa en el mundo de Dios.
Desde un relato y una visión hemos brevemente explorado lo que significa como seguidores de Jesús vivir obedientes y despiertos teológica y políticamente.
Josué Olmedo
Josué O. Olmedo Sevilla actualmente sirve en el equipo de Conectar con la Universidad de IFES América Latina y es parte de la Iniciativa Cosmos y Logos de IFES. Josué sirvió como Director Nacional de la CECE del 2012 hasta el 2019. Odontólogo de profesión. Casado con Ruth Hicks y padre de dos niñas.