El día Internacional de la Mujer es una fecha conmemorativa establecida por la Organización de las Naciones Unidas en 1977. Este día corresponde visibilizar la desigualdad, discriminación y violencia que aún viven las mujeres alrededor del planeta. Es un tiempo de reflexión sobre el alcance de los derechos a favor de las mujeres. Hoy, Irma Padilla comparte algunas reflexiones sobre su investigación académica.
Según la Asociación Latinoamericana para el Desarrollo Alternativo (ALDEA) en el año 2023, en Ecuador se registraron “321 muertes violentas de mujeres por razones de género, 128 feminicidios íntimo, familiar, sexual, 17 transfeminicidios, 172 feminicidios en sistemas criminales y 4 desaparecidas en años anteriores, halladas este año”. De todas las violencias de género (física, sexual, psicológica, patrimonial, etc.), el asesinato es la muestra más profunda y culminante. Es una realidad confirmar que vivimos en sociedades violentas, en el ámbito educativo el 2022, según el Ministerio de Educación de las 4115 víctimas de violencia sexual contra menores de 8 a 14 años, el 90% de estas víctimas son niñas. Estos preocupantes datos se pierden en medio de las múltiples noticias de la delincuencia organizada e inseguridad que se vive en el país.
La violencia de género se ejerce en diferentes ámbitos, no solamente en el hogar sino también en ámbitos universitarios e inclusive espacios religiosos. Como cristiana, esto último me motivó a realizar una investigación que pretendía explicar una dimensión del por qué las iglesias cristianas no necesariamente son espacios seguros para las mujeres. El título de la investigación fue la percepción de los cuerpos femeninos en el pensamiento cristiano evangélico. La investigación se realizó con el método de diseño etnográfico y micro etnográfico, usando el instrumento de la entrevista con enfoque cualitativo, a través de un sondeo de percepción. Las entrevistas se realizaron al liderazgo pastoral de iglesias de una denominación específica, en la provincia de Pichincha. Considerando el supuesto que las respuestas podrían extenderse a la iglesia evangélica en general.
La problemática planteó si la lectura del cuerpo femenino en el ámbito religioso evangélico está mediada por la cultura y por la hermenéutica bíblica, y si estos elementos producen discursos de discrimen, sometimiento o violencia de algún tipo contra las mujeres. Las conclusiones de la investigación confirmaron que muchos elementos culturales persisten en los discursos religiosos, así como el tipo de hermenéutica usada para la interpretación de varios textos bíblicos. Esos elementos culturales replicados tienen que ver con la vestimenta femenina, limitación de ámbitos de trabajo y liderazgo en la iglesia. Respecto a la sexualidad femenina no difiere del tratamiento y concepto colectivo de control del cuerpo femenino, así como los mandatos sociales de la maternidad, cuidado de infantes y tareas domésticas. Además, se encontró que la mayoría de las iglesias tienen poca sensibilidad a la violencia de género, por lo tanto, existe ausencia de programas eclesiales que atiendan a mujeres en situación de violencia.
En vista de estos resultados, la investigación propone a las comunidades eclesiales evangélicas un proceso de deconstrucción de conceptos de imagen corporal femenina, a través de acciones de formación específica en educación sexual y justicia reproductiva, en entendimiento de las diferentes violencias contra la mujer, y lo más importante la urgencia de una relectura de ciertos textos bíblicos. Revisemos de manera breve algunos textos que tienen que ver con la presencia y liderazgo femenino en el movimiento de Jesús, así como en la iglesia primitiva.
En Lucas 8:1-3, se lista el nombre de discípulas que acompañaron y sostuvieron económicamente el ministerio de Jesús. Los nombres mencionados son: Juana, Susana, María Magdalena, e inclusive María, su madre. En palabras de Elsa Tamez, su madre llega a ser una líder en el movimiento de Jesús puesto que estuvo presente en momentos claves del ministerio. Por otro lado, en Marcos 16:1-11, Mateo 28:1, Lucas 24:10, Juan 20:11-18 nos cuentan sobre María Magdalena, mujer considerada como discípula y apóstol, silenciada en su liderazgo e invisibilizada en los relatos neotestamentarios. Además, el apóstol Pablo se refiere a varias mujeres con posiciones claramente de liderazgo, el mismo que es reconocido y animado (Junia, la apóstol – Romanos 16:7; Hijas de Felipe, las profetizas – Hechos 21:9; Evodia y Sintique, Evangelistas – Fil. 4:2-3; Febe, la evangelista – Romanos 16:1-2; Priscila, la pastora/maestra – 1 Cor. 16:19). Según María Triviño, el llamado a la Iglesia es eliminar la masculinización o feminización de los ministerios eclesiales. Por lo que urge escudriñar las escrituras con cuidado y profundidad, para que la Iglesia sea modelo de inclusión, respeto y reconocimiento de las capacidades y virtudes de todas las personas que trabajan a favor del reino de Dios.
A manera de conclusión, la sociedad y la iglesia cristiana, requiere mantenerse atenta a las condiciones que viven las mujeres. Para toda persona que se considera seguidora de Jesús, es relevante todo sufrimiento infringido a cualquier persona. Un elemento imprescindible del carácter del discípulo o discípula se encuentra en Mateo 5:6, donde Jesús convoca a sus seguidores a entender la plenitud del reino de Dios como la búsqueda vital por la justicia.
Irma Padilla
Discípula de Jesús, Esposa de Ronald y Madre de Marcos, Docente Universitaria, Administradora Financiera, Ingeniera Comercial, MBA y Magister en Estudios Teológicos, Apasionada por la Educación como herramienta de transformación. Admiradora de la teología como instrumento para la vida, Participante activa de una iglesia local, plenamente convencida que la iglesia es un actor social que debe tener incidencia social en el mundo.