El Espíritu profético
En la primera entrega de esta serie exploramos al Espíritu Santo creador. En esta ocasión vamos a concentrarnos en el Espíritu Santo profético y en el Espíritu Santo prometido. La profecía consiste en traer la palabra de Dios en el poder del Espíritu Santo. Esta palabra puede consistir en el anuncio de las buenas nuevas y el perdón del SEÑOR, la denuncia de una situación irregular o corrupta y el consiguiente llamado al arrepentimiento, o la proclamación del inminente juicio de Dios a pecadores no arrepentidos.
Estas tres direcciones de un genuino mensaje profético se registran en la narrativa bíblica. Pero también se registran mensajes proféticos ilegítimos que pretendían venir del Espíritu. Por ejemplo, en 1 Reyes 22 (cf. 2 Crónicas 18), el falso profeta Sedequías afirma que habla en nombre del Espíritu del SEÑOR (v. 24) y así anima a Acab y Josafat –reyes de Israel y Judá, respectivamente– a pelear en contra del rey de Siria para recuperar cierto territorio pues la victoria, dice él, está asegurada por Dios. Micaías, verdadero profeta de Dios, contradice tal declaración y anuncia que en tal batalla Judá e Israel perderían.
¿Cómo reconocer que en efecto el Espíritu es quien está trayendo la palabra de Dios? En la oración de confesión guiada por un grupo de levitas que se registra en Nehemías 9, se reconoce en el contexto que Moisés fue usado por el Espíritu para traer entendimiento al pueblo a través de la entrega de la Ley (vv 14, 20) y que los profetas fueron instrumento del Espíritu para amonestar al pueblo (v 30). Cuando es el Espíritu el que inspira la profecía hay una compulsión por hablar la verdad, como fue el caso de Moisés al traer la Ley y los mandamientos y de los profetas al denunciar el pecado. A la compulsión por la verdad está unido el compromiso por la justicia cuando el Espíritu inspira profecía. Miqueas al establecer un contraste entre el profeta falso y verdadero, describe a este último como aquel que está “…lleno del Espíritu del SEÑOR, y lleno de justicia y de fuerza…”. Hay una correlación entre estar lleno del Espíritu y estar lleno de justicia, empoderado para denunciar el pecado de la nación, tal como finaliza dicha sección (Miqueas 3:5-8).
¿Qué implicación tiene esto para nosotros, estudiantes y profesionales cristianos? Que el Espíritu Santo empodera al pueblo de Dios para su rol profético en una sociedad fracturada por aquellos que detentan el poder. Este rol se implementa en el anuncio de las buenas nuevas, la denuncia de la injusticia y la declaración del juicio de Dios a los pecadores no arrepentidos, en especial líderes políticos y religiosos. El pueblo de Dios, e individuos dentro de éste, experimentarán una compulsión por la verdad y un compromiso con la justicia, tal como están representadas en las Escrituras.
El Espíritu prometido
Deseo terminar este breve recorrido acerca del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento explorando la promesa del derramamiento del Espíritu. Tres profetas hablan de la promesa de la venida del Espíritu con el propósito de restaurar al pueblo de Dios. En todos estos casos la venida del Espíritu es una manifestación de la plenitud del reinado de Dios. Así lo encontramos en Isaías 32, Ezequiel 36-37 y Joel 2. Tanto en Isaías como Joel se usa el lenguaje del ‘derramamiento’ del Espíritu. Exploremos a continuación Isaías 32:15-17
El prometido derramamiento del Espíritu obraría estos tres efectos en el pueblo de Dios: transformación, justicia y paz. Usualmente no estamos acostumbrados a asociar al Espíritu estos tres conceptos y prácticas, pero son parte fundamental de la acción del Espíritu, de acuerdo con Isaías.
Un primer efecto del prometido derramamiento del Espíritu Santo es la transformación (verso 15b). Isaías usa una imagen agrícola o campesina para comunicar esto. Por la acción del Espíritu el desierto se volverá un campo fértil y éste un bosque frondoso. Incluso hay progresión en la transformación. Se me ocurren otras palabras cuando veo esta imagen: rescate, renovación, florecimiento. En primeras y últimas: salvación. Como personas y colectivos, por la acción del Espíritu, podemos pasar de un estado de esterilidad a un estado de ser fructíferos.
Un segundo efecto del prometido derramamiento del Espíritu Santo es la justicia (verso 16). Isaías recurre una vez más a una imagen agrícola o campesina para hablarnos. ¡Qué creativo Dios que hace que sus profetas se vuelvan poetas! Por la acción del Espíritu la justicia estará en todos los ámbitos de la vida humana y no humana: desde el desierto hasta el campo fértil. La justicia tiene un efecto comprensivo. La figura del desierto no parecería funcionar aquí como en la anterior imagen. Antes operaba indicando lo perdido o estéril, aquí opera apuntando un área de la diversa y necesaria creación de Dios–el desierto o dunas–en donde también la justicia morará.
Un tercer efecto del prometido derramamiento del Espíritu Santo es la paz (verso 17). El Espíritu obra la paz en su pueblo. ¿A qué paz se refiere? Por seguro no a la paz que los imperios o ideologías políticas prometen. Se refiere a la paz de Dios: el shalom. Esta paz es el bienestar integral que se refleja en la armonía de la relación con Dios, con otros seres humanos, con nosotros mismos y con el resto de la creación no humana. Esta paz la logró Dios mismo en Cristo en su muerte en la cruz (Efesios 2).
Los actuales creyentes en el Señor ya no vivimos a la expectativa del cumplimiento de esta promesa sino de su actual desarrollo. Lo prometido y anunciando fue cumplido, y sigue cumpliéndose, en el efectivo derramamiento del Espíritu en la fiesta de Pentecostés. Tampoco lo recordamos y celebramos como un hecho del pasado, allá en los buenos tiempos de la primera comunidad cristiana. No. El cumplimiento de esta promesa es un evento en desarrollo. El Señor sigue derramando de su Espíritu y sigue obrando estos efectos y empoderando a su pueblo para que desde el Evangelio se conduzca con transformación, justicia y paz y promueva en la cultura y sociedad estas realidades.
Más sobre el cumplimiento de esta promesa en la siguiente entrega donde se explorará en Lucas-Hechos la persona y obra del Espíritu. Hasta ahora se ha visto al Espíritu creador, profético y prometido.
Josué O. Olmedo Sevilla
Josué O. Olmedo Sevilla actualmente sirve en el equipo de Conectar con la Universidad de IFES América Latina y es parte de la Iniciativa Cosmos y Logos de IFES. Josué sirvió como Director Nacional de la CECE del 2012 hasta el 2019. Odontólogo de profesión. Casado con Ruth Hicks y padre de dos niñas.