La única cosa más difícil que puedo imaginar aparte de escribir este artículo sería si yo hubiese escrito mi nota de suicidio.

Hace un par de semanas atrás compartí acerca de mis luchas personales con la depresión. Esta semana quiero continuar esta conversación e ir un paso más allá. Si la sociedad mira a la depresión en alguna manera como un tema tabú, hoy día vamos a explorar un tema súper tabú: el suicidio.

Desde la misma introducción de este artículo quiero dejar en claro que no me considero a mí mismo como una persona con tendencias suicidas. Nunca he intentado cometer suicidio, pero debido a mi depresión, he tenido largos periodos de tiempo en los que esto lucía como una opción viable y era algo sobre lo que pensé. Y no estoy solo con respecto a esos pensamientos. Durante el Campamento Nacional 2018 de la CECE, tuvimos un espacio en el que los estudiantes respondieron anónimamente, por lo tanto más honestamente, a algunas preguntas difíciles en un ejercicio que llamamos “¿Dónde está tu hermano?”. Una de las preguntas planteadas era ‘¿Has considerado alguna vez el suicidio?’, y 30% de los estudiantes respondieron que sí. ¡Treinta por ciento—eso es casi un tercio de los estudiantes! Este número debería llamarnos inmediatamente a la acción como comunidad.

Durante ese momento en el Campamento Nacional, casi lloré desconsolado. Uno de mis secretos más profundos y oscuros era también una realidad para el 30% de mis estudiantes.

Si soy completamente honesto y me retiro las máscaras que me gusta usar, no ha sido muy distante el tiempo desde que he tenido ese tipo de pensamientos. Sirviendo como asesor, guiando estudiantes, compartiendo el evangelio, y siendo el “misionero”, a menudo siento que no tengo el espacio para hablar abiertamente acerca de lo que me sucede. ¿Qué tipo de asesor es este que tiene este tipo de pensamientos? ¿Qué tipo de misionero es este que no sabe cuán amado es por Dios? ¿Qué tipo de hijo es este que no sabe del inmenso amor de su propia familia? Estos son los pensamientos que constantemente van a través de mi propia cabeza en esos tiempos oscuros. Considera que la depresión tiene una manera de enviarnos en una espiral descendente donde no podemos ver fácilmente la luz, sino solo nuestras propias fallas, y así nos envía más cerca del abismo. En los días buenos, sé del amor interminable de mi familia; sé que no soy perfecto como asesor y que no se espera que lo sea; sé que soy amado incondicionalmente por el Padre, pero es en los días malos que lucho para recordar todas estas cosas. En los días malos recuerdo mis fallas, palabras de crítica, y siento la distancia del aislamiento que provoco de mi comunidad.

Pero justo aquí está la clave: comunidad. Tanto como mi depresión quiere aislarme, así también sé que en esos momentos la cosa que más necesito es un amigo.

Si nunca antes has luchado con depresión o pensamientos suicidas, no puedes entender completamente cuán difícil es pedir ayuda en ese momento. Hace unos pocos meses cuando me encontraba en uno de esos momentos, literalmente tomó cada onza de mi fuerza física y emocional escribir un texto a un amigo:

“¡Hola! ¿Podrías intencionalmente orar por mí en los siguientes dias? La depresión me ha golpeado fuerte y siento que todo se está cayendo en pedazos. No tengo a muchos a mi alrededor con quien pueda abrirme, por esto te escribí. Hoy me veo con mi terapista, entonces espero que ese sea un buen espacio para hacerlo. No tengo ni siquiera palabras para decirlo. Solamente gracias”.

Enviado.

Luego de dar click en enviado, caí al suelo recogiéndome sobre mí mismo, llorando desconsoladamente por el peso aplastante de mi depresión y esos pensamientos oscuros. Enviar ese mensaje fue difícil. Consumió todo de mí. Pero también significó todo cuando recibí una respuesta unos minutos más tarde:

“¡Por supuesto! Desearía poder darte un abrazo y poder pasar tiempo contigo. Estaré orando por tí para que tengas paz y libertad de tu depresión. Te extraño amigo y quiero que sepas cuan valioso eres para mí. Hazme saber si necesitas hablar en algún punto, estoy aquí para ti”.

Comunidad es clave. Tener la fuerza para quitarse la máscara y pedir ayuda en ese exacto momento es clave también. Si no tienes personas con quienes puedas abiertamente compartir, ¿qué vas a hacer para cultivar ahora ese tipo de relaciones? ¿quién es la persona a quién puedes confiar de todo corazón en esos momentos? ¿Tu familia? ¿Un buen amigo? ¿Un mentor? ¿Tu pastor? Encuentra a alguien y ten una conversación mientras estás en los días buenos de tal manera que puedan caminar contigo en los días malos.

Si eres una persona que no ha luchado con esto, quiero compartir contigo cómo puedes ayudar a aquellos que luchamos. Nota cómo mi amigo respondió a mi mensaje inicial. No me juzga para nada. El no ofrece “respuestas” o trata de “ayudarme” solucionando mi depresión. El reconoce que es mi lucha y que no puede entenderla completamente. Lo que hace es escuchar. Me afirma. Y ofrece sentarse junto a mí en esa oscuridad. Por favor no trates a tus amigos con depresión como problemas que solucionar. Sencillamente sé un amigo. Sé consciente que tampoco debes esperar por un mensaje así para ofrecer estar presente. Si sabes que un amigo está luchando—incluso si están vistiendo la máscara de “Estoy bien, gracias”—envía un mensaje diciéndole: “Pensando en ti hoy día. Aprecio mucho tu amistad. Pronto veámonos para un café”. Puede que no signifique mucho para tí, pero literalmente esto nos da vida.

Volviendo a aquellos de nosotros que luchamos. Hay otras maneras de cuidarnos bien a nosotros mismos. Debemos estar conscientes de que esto es más grande que nosotros. Leer la Biblia y conocer el amor del Padre es tan importante. En los días oscuros, puede ser que yo conozca del amor de Dios solamente a un nivel intelectual—puedo pensar sobre esto, pero estoy lejos de sentir su amor. Me sostengo en el hecho de que soy amado, aún cuando no lo siento. Yo trato de escribir expresando lo que estoy sintiendo para poder procesarlo. Trato de mantener una rutina regular de autocuidado que incluye espacios de descanso, ejercicio físico, alimentación saludable, y pasando tiempo invirtiendo en relaciones importantes. Soy intencional acerca de la oración y el estudio de la Palabra de Dios, incluso cuando no quiero. Trato de ser completamente honesto con Dios acerca de cómo me estoy sintiendo—no es sorpresa para él como me siento y le agrada cuando venimos ante él trayendo nuestros corazones en esos momentos.

Denso como pueda sonar, una fuente de alivio en los momentos en que no quiero continuar es poner mi mano sobre mi corazón, sentir mis latidos y orar esta oración: “Dios, si no tienes más trabajo para mí de este lado del cielo, por favor llévame a casa. Si tienes más por hacer para mí, dame la fuerza para continuar”. Esto suena mórbido, pero al mismo tiempo, esto me da la esperanza de continuar sabiendo que Dios conoce los planes que tiene para mí y si estoy vivo es porque él me ha dado un propósito.

Por eso te invito a hacer eso. Pon tu mano sobre tu corazón. Respira profundo. Siente tus latidos. Cada latido es un recordatorio del propósito que Dios tiene para ti. Cada latido es un recordatorio de cuán amado tu eres. Cada latido es un recordatorio de que eres parte de una historia mucho más grande que ti mismo. Entonces hagamos fuerza juntos.


Si estás luchando actualmente, ¡por favor pide ayuda! Los estudiantes de la CECE siempre pueden localizar a su asesor local. Hay varios recursos además de la comunidad de la que eres parte:

Teléfono Amigo | www.telefonoamigo.org

Quito (02) 290 6030 y (02) 209 6060 | domingo a domingo 9:00 a 13:00 y 15:00 a 23:00 | escucha@telefonoamigo.org
Ambato (03) 282 2225 | lunes a Viernes de 14:30 a 21:30 | telefonoamigoambato@hotmail.com

National Suicide Prevention Lifeline | www.suicidepreventionlifeline.org

USA +1-800-273-8255 | 24/7 service | Chat also available