El libro de Daniel ofrece un modelo inspirador de una historia de la vida real sobre cómo los cristianos pueden participar en las esferas intelectuales y culturales de la universidad. Daniel y sus amigos eran migrantes forzados, obligados a aprender muchos conocimientos extranjeros, en una lengua extranjera, para servir al emperador que acababa de destruir su tierra. Unas perspectivas nada prometedoras.   

Aunque siempre es difícil extrapolar la situación de la antigua Mesopotamia para compararla con la actualidad, sí podemos constatar que la universidad es un lugar de vigorosos debates y diálogos en un amplio abanico de disciplinas: desde las ciencias naturales y las humanidades hasta la ética, la política, la economía, la filosofía, etc. Se mantienen conversaciones sobre la naturaleza de la verdad, la moralidad, la identidad humana y, a veces, incluso sobre nuestro papel en el cosmos. Como Cristianos, no podemos desentendernos de estas conversaciones cruciales que dan forma a las ideas y valores de la nueva generación. Porque creemos que Dios nos ha puesto en la universidad como había puesto a Daniel y a sus amigos en el exilio. Y porque amamos a nuestro prójimo, es decir, a las personas con las que nos relacionamos en el campus.  

Daniel y sus amigos sobresalieron en sus estudios de la “literatura y lengua de los babilonios” (Daniel 1:4). ¿Podría ser porque se habían dado cuenta de que estudiar significaba estudiar la creación de Dios y las criaturas de Dios y preocuparse por lo que interesa a los demás? 

Como Daniel, estamos llamados a estar en el mundo, pero no a ser de él (Juan 17:14-16). La universidad puede ser nuestra Babilonia moderna, un entorno que a menudo promueve valores e ideologías contrarias a la verdad bíblica. Sin embargo, Dios nos ha colocado estratégicamente aquí para ser sal y luz, al igual que Daniel fue capaz de influir en poderosos reyes y funcionarios con su sabiduría y carácter. 

Podemos aprender del enfoque de Daniel de buscar la excelencia en nuestros estudios sin dejar de comprometernos con nuestra fe. Desarrollando con diligencia los talentos e intelectos que Dios nos ha dado, nos posicionamos para tener credibilidad e influencia en el mundo académico. No en beneficio propio. Sino para ser voces del shalom de la universidad y de la sociedad en general. Haciendo preguntas que otros no hacen. Preocupándonos -aunque nadie se dé cuenta- de los más vulnerables del campus o de los afectados por la investigación y las prioridades académicas. 

Esto no significa que no vayamos a encontrar problemas. Nuestro mismo compromiso con los valores bíblicos puede causarnos problemas, como le ocurrió a Daniel más tarde en su vida: En el capítulo 3, leemos que no quería ceder ron la idolatría y en el capítulo 6 podemos suponer que estaba desafiando a la corrupción, pues de lo contrario ¿por qué habrían querido deshacerse de él los demás funcionarios?   

El libro de Daniel ofrece algunas ideas inspiradoras sobre cómo podemos dialogar fructíferamente con el contexto de la enseñanza superior:  

  1. Persigue la sabiduría y el entendimiento – Al igual que Daniel fue alabado por su “inteligencia y conocimiento”, nosotros deberíamos esforzarnos por alcanzar la excelencia académica e intelectual en nuestros campos de estudio. 
  2. Permanece firme en convicción – Daniel y sus amigos estaban dispuestos a tomar posiciones valientes por sus creencias, incluso con gran riesgo personal. Nosotros también debemos permanecer inquebrantables en nuestro compromiso con la verdad bíblica, al tiempo que abordamos las perspectivas diferentes con amabilidad y respeto (1 Pedro 3:15).
  3. Sé un testigo convincente – El espíritu y la conducta excelentes de Daniel (Daniel 6:3) le abrieron las puertas para compartir su fe con los líderes. Nuestras vidas deben ser testimonios igualmente atractivos que apunten a otros a la verdad del evangelio y que muestren la relevancia de nuestra fe para la vida académica.

*Nota: Traducción realizada del inglés por Andrea Utreras. 

Timothée Joset

Timothée Joset

Dr. Timothée vive en Suiza con su esposa y su hija. Tras estudiar historia, literatura alemana y francesa, así como teología y formar parte de los movimientos nacionales de IFES en varios países, trabajó con GBEU Suiza en un campus universitario, así como en una rama del ministerio llamada “Diálogo y Verdad”, apoyando a estudiantes de posgrado, estudiantes de doctorado y profesores en la integración de su fe y sus disciplinas académicas. Desde 2023, es coordinador de IFES Engaging the University (Conectar con la Universidad). Además, es profesor asociado de misionología en el seminario de Vaux-sur-Seine, cerca de París. También es anciano en su iglesia local. Dato curioso: en los estantes de su biblioteca tiene una caligrafía japonesa con la palabra “Tsundoku“, que significa “comprar libros más rápido de lo que uno tiene tiempo de leerlos”.