En el Día de Amor y Amistad, ¿qué nos aporta a la CECE y la vida universitaria, el famoso poema de amor escrito por Pablo a su comunidad en Corinto? (1 Corintios 13). De hecho, este día que ejerce su presión para que compremos flores, chocolates y regalitos, no tiene nada que ver con el amor propuesto por el Apóstol Pablo.
Pablo se lanza apasionadamente a descalificar lo más valorado por la comunidad: todo don, cualidad humana, conocimiento, esfuerzo, renuncia o sacrificio que no surge del amor. En la CECE valoramos, correctamente: el servicio, los logros académicos, la oración, la evangelización, la participación anual en el Fondotón, el organizar campamentos y liderar estudios bíblicos. Todo eso, no sirve para nada, se vuelve nulo; es ruido-sin-sentido o fake news, si no se da impregnado de EL AMOR. Ésta es una invitación contundente para reflexionar sobre nuestra labor y nuestras motivaciones.
En nuestro mundo, prácticamente todo es desechable, incluyendo las relaciones. El amor se percibe como un sentimiento agradable y pasajero, o en el peor de los casos, como lo expresa un estudiante cuencano: “El amor no existe, porque lo romántico se creó con las doctrinas capitalistas”. Pablo afirma el carácter ‘desechable’ de los dones, el conocimiento, y la ciencia tan anhelados en su comunidad, pero deja en claro el contraste categórico con el verdadero amor que “nunca terminará” (v 8).
Celebrar el “Día de San Valentín” o el “día de los enamorados” el 14 de febrero tiene su vínculo con la fe. Según la tradición, San Valentín de Roma se opuso a un decreto del emperador Claudio II, que prohibió el matrimonio a los jóvenes, alegando que los solteros sin ataduras familiares y sentimentales serían mejores soldados al servicio de su imperio. Valentín se opuso y empezó a celebrar matrimonios en secreto a jóvenes parejas enamoradas. Claudio II, al enterarse, lo sentenció a muerte el 14 de febrero del año 270. A la luz de dicha tradición podemos celebrar este día, no tanto como un elogio a los “enamorados” sino como un llamado a seguir el ejemplo de un creyente cuyo amor, “nunca se dio por vencido, jamás perdió la fe, siempre tuvo esperanza y se mantuvo firme en toda circunstancia (v 7)”.
Leyendo entre líneas, el poema de Pablo sí nos invita a “enamorarnos”— pero de Dios. Culmina el capítulo dibujando un camino desde lo temporal hacia un encuentro “presencial” con la fuente de amor, Dios mismo. “Ahora vemos todo como el reflejo tenue de un espejo oscuro, pero cuando llegue lo perfecto, nos veremos con Dios cara a cara. Ahora mi conocimiento es parcial, pero luego mi conocimiento será completo. Conoceré a Dios tal como él me conoce a mí (v 12 PDT)”. Pedro Arrupe expresa en una poesía esta misma invitación al enamoramiento:
¡Enamórate!
Nada puede importar más que encontrar a Dios.
Es decir, enamorarse de Él
de una manera definitiva y absoluta.
Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación,
y acaba por ir dejando su huella en todo.13
Quedamos con el desafío de hacer todo por el amor, tanto en el día de San Valentín, como cada día del año, con la ayuda de nuestro Dios, quien “es Amor” (1 Juan 4:8).
Gail Taylor Atiencia
Gail nació en el Canadá. Estudió literatura y administración de negocios. Ha servido en los movimientos estudiantiles de Canadá, Colombia y en la oficina Regional de la IFES (América Latina). Está casada con Jorge Atiencia. Recibió la nacionalidad ecuatoriana en diciembre de 2021 y actualmente reside en Cuenca.