Hacer una pausa en nuestro caminar diario y reflexionar en torno a lo que significa amar a Dios con toda tu mente, corazón y fuerza en el contexto en el que te desempeñas, constituye un hecho ciertamente gratificante y desafiante. Y si profundizamos un poco más en las implicaciones, a la luz de la palabra de Dios, seguro llegaremos a tomar acciones para cambiar nuestra impavidez frente a los rostros que caminan junto a nosotros en el día a día.
En mi caminar diario por las sedes de la universidad observo diversas realidades a las que se expone la comunidad universitaria. Me encuentro con jóvenes ávidos de encontrarle sentido a su carrera universitaria, pero también me encuentro con jóvenes ávidos de encontrar su “libertad” en el alcohol o las drogas. Me encuentro con padres orgullosos de ver el avance académico y profesional de sus hijos, pero también me encuentro con miradas tristes de padres que buscan una mano de ayuda para que sus hijos encuentren un rumbo. Me encuentro con colegas que demuestran su vocación y que más allá de ser docentes son verdaderos tutores, pero también me encuentro con profesores que se han dedicado únicamente a transmitir conocimientos olvidándose que del otro lado están seres humanos con necesidades particulares.
Definitivamente la universidad no está exenta de lo que ocurre en nuestra sociedad. Haciendo un símil con la sociedad Israelita del Deuteronomio, creo que nuestra generación requiere escuchar de ese llamado a vivir nuestros días amando a Dios con toda nuestra mente, corazón y fuerza. Amar a Dios de esta manera, en el contexto universitario, significa hacer un alto al activísimo que nos envuelve la sociedad del conocimiento y mirar nuestro transitar por la academia como un espacio de servicio. Necesitamos replicar el discurso de Moisés en el Deuteronomio llamando a esta generación a vivir de una manera diferente.
Necesitamos replicar el discurso de Moisés en el Deuteronomio llamando a esta generación a vivir de una manera diferente.
Las leyes y mandamientos de Dios deben convertirse en un mensaje relevante y necesario para esta generación. En una sociedad carente de valores, las leyes del pacto de Dios necesitan recibir una respuesta de acción. La palabra “escucha” en hebreo significa más que solo percibir sonidos en los oídos, incluye la acción de hacer algo, de responder a lo que oyes. Pero esa respuesta debe tener necesariamente el matiz principal del amor, es decir, actuamos obedientemente por amor al Creador. Sin embargo, al ver la conducta de nuestra sociedad se nos viene a la mente las mismas ideas que se vinieron a la mente de Moisés…. “Ellos no van a obedecer, porque la raíz de sus males está en la dureza de su corazón”. Sin embargo, al igual que él no debemos perder la esperanza de que los corazones duros sean transformados por la gracia de nuestro Padre Celestial. El mensaje de Deuteronomio nos anima a mantenernos firmes en el cumplimiento de nuestra misión, quizá el contexto particular en el que nos desempeñamos nos obliga a ser más creativos en la transmisión del mensaje, pero a la vez, nos anima a descansar en la certeza de que finalmente nuestro Dios tiene todo el control.
Diego Buenaño
Diego es decano de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas UDLA, y profesional de CECE. Fue parte del movimiento estudiantil en la década de los 90 pasando por todas las instancias del mismo. Tiene un profundo aprecio y cercanía con CECE por todo lo que pudo recibir en su paso por el movimiento.
Es Ingeniero en Sistemas de Computación e Informática (EPN), tiene una Maestría en Administración de Empresas con mención en Gerencia de proyectos (UCL) y un Diplomado Superior en Pedagogías Innovadoras (UTPL). Actualmente es candidato a PhD en informática por la Universidad de Alicante – España y su línea de investigación es “Educational Data Mining”.