Como comunicador social, ejercer el periodismo radial me ha traído satisfacciones y retos permanentes. Desde ser conocido por un público que te escucha a diario y que cada día te exige renovación y compromiso con algunas causas que buscan el bien común. Hasta evitar a sectores que te quieren usar para defender sus intereses.
No es fácil ser periodista en medio de una sociedad donde priman los intereses personales o de grupo, en lugar de privilegiar el bien de todos. Donde las autoridades elegidas por voto popular y las designadas no buscan servir, si no —y en muchos casos– servirse del poder para sus propios fines.
La práctica diaria del periodismo me acerca a muchas personas. Cada una con una problemática diferente. Unos promueven el cuidado del ambiente, otros defienden derechos humanos, otros luchan contra la corrupción, otros defienden una agenda política. Van desde lo académico, tecnológico y científico hasta campesinos agrícolas, pescadores artesanales, mujeres tejedoras y jóvenes emprendedores que buscan abrirse espacio en medio de una sociedad muy inequitativa.
Como periodista comprometido con Jesucristo procuro amar y obedecerle en todo lo que hago en el ámbito profesional y personal. Debo ser sincero, no he escrito en mi casa, oficina ni otro lugar el imperativo de Deuteronomio 6:3-9 de “amar a Dios con todo mi corazón, alma y fuerzas”. Pero sí he tratado de mantener vigente ese mandato en mi corazón y en mi vida. Y es que el propio Jesús en Marcos 12:29-31 recordó esta orden de amar al Señor con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas. Pero también pidió amar al prójimo como a uno mismo.
Cierto día entrevistaba en vivo a un académico universitario sobre temas comerciales y de exportaciones. Antes de concluir la conversación en la radio donde trabajo por más de 30 años, alguien llamó a pedirnos que por favor no dejemos salir a nuestro invitado sin que oremos por él, ya que padece cáncer terminal. El hombre, cuando le pedimos que nos permitiera orar por su vida y salud, accedió. Y si bien no se curó, al menos se fue con una sonrisa de alivio y conoció de Jesucristo.
Encarnar en mi vida, día a día, este principio de amor a Dios y al prójimo es el reto. A veces, con el pretexto del estrés, la velocidad con que se desarrollan los hechos noticiosos, la multiplicidad de medios que publican, discernir que no sean falsas noticias antes de difundirlas, provoca que me distraiga de este mandato divino. Pero, Dios siempre está ahí para que no me olvide de él.
Que ese amor a Dios no se quede ahí, debo reflejarlo también con mi familia, los colegas de trabajo, hermanos de la iglesia, vecinos del barrio y amigos virtuales. Las acciones hablan mejor que las palabras.
Las mismas redes que nos saturan con mensajes innecesarios han servido para estar cerca de las personas que nos necesitan, por una palabra de oración, difusión de alguna necesidad, contactarme y entrevistar a otra persona en África, América Latina o Europa. Las noticias no siempre son alentadoras, pero llegar con esperanza a un público necesitado de amor ya es una recompensa. Además, te desafía e impulsa a cumplir estos principios en el desarrollo periodístico y en la cotidianidad afectada por las distintas crisis. ¡Nunca pasa de moda el amor a Dios y al prójimo!
Mi vida debe ser integral, no una persona en el medio de comunicación y otra fuera de la cabina de radio, como es mi caso. En más de una ocasión, he oído decir que en persona “me escuchan igual que en la emisora”. ¡Qué alivio!
Soy Edwin Chamorro Erazo, periodista/comunicador social graduado en la Universidad Central del Ecuador. Magister en Gobernabilidad y Desarrollo. Director de Noticias de Radio HCJB en Quito, Ecuador, donde trabajo por más de 30 años. Sirvo a Dios desde la CECE en la Junta Directiva. Miembro de la IEBEI Iglesia Evangélica Bíblica en el Inca.