La adoración es una invitación al asombro, la confianza y la esperanza. El mundo en el que vivimos nos invita constantemente a deleitarnos en las cosas visibles, pero Dios nos invita a deleitarnos en lo eterno. Me alegra mucho escribir de esta historia tan fascinante, espero que puedas reflexionar y tomarte un momento de pausa con esta lectura, en medio de la ajetreada vida. 

Todos conocemos las historias de los amigos de Daniel y sino aquí te lo cuento. Acompáñame a reflexionar en Daniel capítulo 3. En el destierro, lejos de sus hogares, cuatro hijos de los funcionarios y líderes de Israel fueron tomados prisioneros, para ser reeducados, entre ellos estaban Ananías (Sadrac), Misael (Mesac), Azarías (Abed-nego) y Daniel. Este reino de Babilonia tenía una estrategia para dominar a los pueblos a largo plazo: la reeducación. Como vemos a lo largo del libro de Daniel, una de las partes más importantes de esa educación era una completa lealtad a este nuevo reino para perpetuarlo. 

En los primeros versos del 1 al 7 reconocemos un rey y por ende un reinado como una representación de un carácter caprichoso y abusivo capaz acabar con aquellas personas que estaban en contra. En su búsqueda implacable por la absoluta fidelidad crea una estatua que representa la ambición de poder, de sumisión y perpetuidad de una ideología sociopolítica integrada de los líderes de Babilonia y los pueblos conquistados. 

Conectamos con nuestros protagonistas quienes se enfrentan a este dilema en que todos deben arrodillarse, adorar y aceptar el poder del rey. Ellos no eran los únicos israelitas que estaban ahí, había muchos más, quienes decidieron rendirse ante el nuevo reinado ¿quién puede culparlos? Solo estaban manteniéndose vivos o simplemente querían una vida mejor. 

Al final, estos jóvenes con una posición importante deciden no adorar a la estatua y darle su lealtad a Dios, son expuestos y castigados una decisión que les costaría la vida, probados por el fuego, pero firmes en su adoración al verdadero Rey. Dios quien se muestra en un acto sobrenatural protegiéndolos del fuego y exponiendo al rey en su incapacidad de poseer todo el poder. Frente a esto Nabucodonosor declara: “Alabado sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego que envió su ángel y libró a sus siervos”. Daniel 3:28 

Esta es una historia que remueve mi corazón y me parece que puede dejarnos unas perlas escondidas. Los tres jóvenes se encuentran en una posición privilegiada y con mucha potencialidad notable. Frente a la imposición del rey pudieron tomar la decisión de adorarlo, hacer lo que todos sus demás amigos hicieron. Pero ellos reconocían que ese no era su Rey, que su motivo de adoración era solo Dios. Y es esta decisión de no adorar al rey viene con lo que a mí me parecen 3 compromisos:  

Primero la dedicación a fortalecer su fe, a través de las Escrituras. Estos amigos sabían y conocían la Torá, ellos estaban muy preparados y sabían cuál era el único y verdadero Dios. 

Segundo, fortaleza a través de la oración, sin lugar a duda en medio de un exilio necesitaban de fortaleza y la oración fue su compañera, al parecer no solo individual sino colectiva, en este momento los tres invocaron el nombre de Dios. 

Tercero, una esperanza. En una situación así la única esperanza es que Dios los salve, pero aún si no los hubiera salvado, esto no hubiera quitado valor a la historia. Sin embargo, Dios decide hacer algo extraordinario para que todos reconozcan su poderío especialmente quienes estaban en el poder. 

¿A quién adoras? ¿Quién ocupa tus pensamientos? ¿Qué te preocupa? 

La adoración es una forma de vida, es reconocer que, pese a las circunstancias, Dios está en control, es reconocer que soy un ser humano con limitaciones pero que tengo un Dios extraordinario que puede hacer posible lo imposible. La sociedad en la que vivimos nos invita a vivir en un caos constante para que la adoración no sea parte de nuestras vidas. Nos invita a adorar lo que somos, lo que hacemos, lo que producimos, el éxito que tengamos. Como Nabucodonosor, tal vez hoy no hacemos altares, pero si creamos imágenes frente a la sociedad, personas a las cuales admiramos o queremos ser adorar más que a Dios. 

Frente a esta realidad como cristianos nos queda reflexionar ¿A quién estás adorando? ¿Como adorar a Dios en medio de esa agenda? Acaso las demás personas están diciendo “Alabado sea el nombre del Dios de…” o ¿a qué Dios están viendo en tu vida? 

Como se señala Pablo Martini “buscar la aprobación de los demás es riesgoso y fútil, sentirse aprobado por Dios es seguro y eterno”.

Ruth Tobar

Ruth Tobar

Magíster en Teología, Licenciada en Comunicación Social. Serví como Asesora Pastoral de la CECE hasta 2022. Una sierva del Señor hasta que venga a recogerme.