“Yo soy el Señor Yahvé tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo. No tengas otros dioses además de mí” (Éxodo 20:2-3). “Aunque haya los así llamados dioses, en el cielo o en la tierra (y por cierto que hay muchos «dioses» y muchos «señores»), 6 para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede y para el cual vivimos; y no hay más que un solo Señor, Jesucristo, por quien todo existe y por medio del cual vivimos” (1 Corintios 8:6-5). 

Estas dos afirmaciones resumen la fe del pueblo del pacto de Dios. El Antiguo Testamento narra la historia del Creador del mundo, cuyo carácter y propósitos se revelan a través de la vocación del antiguo Israel. Este Dios, conocido por su nombre de pacto Yahvé (Éxo.3 14), no era una deidad tribal, sino el Señor sin igual de todas las naciones y activo en las historias de todos los pueblos (por ejemplo, Amós 9:7). 

Mientras que los dioses de sus vecinos y de los grandes imperios de la época (Egipto, Asiria, Babilonia) se identificaban con hombres poderosos -reyes, guerreros, sacerdotes-, el Dios de Israel se identificaba con la “viuda, el huérfano y el extranjero”. Así, cuando el pueblo de Israel dio la espalda a Yahvé, o lo adoró como si fuera otro dios de la fertilidad como el cananeo Baal, también dio la espalda a los pobres. Idolatría e injusticia social son dos caras de la misma moneda.   

El culto a los ídolos implica un acercamiento contractual a la deidad: a cambio de los sacrificios apropiados, se espera que los dioses den salud, prosperidad, victoria militar y protección contra las fuerzas del mal.  El culto consiste, pues, en encontrar la técnica adecuada para obtener el fin deseado. La última etapa en la formación de un ídolo implica una inversión de roles: el ídolo controla ahora la vida de sus adoradores, remodelándolos a su propia imagen (por ejemplo, Salmo 115:4-8). El culto a lo que es inferior a nosotros sólo puede deshumanizarnos, convirtiéndonos en objetos y no en personas.   

La comunidad cristiana de Corinto surgió de un trasfondo de religión pagana. Se ofrecían alimentos a los dioses de la ciudad para apaciguarlos y buscar protección contra calamidades como la guerra o el hambre. Después de convertirse a Cristo, eran reacios a comer carne que se vendía en el mercado sabiendo que antes había sido “bendecida” por los dioses paganos. Temían ser “poseídos” por los antiguos dioses a través de los alimentos que comían. 

En 1 Corintios 8, Pablo les asegura que esos “dioses” sólo tienen poder sobre nosotros si creemos en su existencia y vivimos con miedo. Ellos carecen de realidad.  

El testimonio cristiano debe desenmascarar a los falsos dioses de nuestras naciones. Cuando olvidamos que conceptos como “nacionalidad”, “religión” y “etnia” son creaciones humanas, les damos un poder sobre nosotros que de otro modo no poseen, y nos encontramos participando en acciones en su nombre (por ejemplo, discriminación, asesinatos en masa) que normalmente no haríamos como individuos.    

Es aquí donde el lenguaje bíblico de la demonología es relevante para nuestro mundo moderno. Cuando los seres humanos dan a cualquier aspecto de la creación de Dios (por ejemplo, la sexualidad, la familia) o a las obras de sus manos (por ejemplo, la ciencia, la tecnología, las fuerzas del mercado) el culto que sólo se debe al Creador, adquieren un poder sobre nosotros y tratan de controlarnos. Cuando lo que está destinado a ser un siervo es tratado como un amo, se convierte rápidamente en un tirano. Habiendo rendido nuestros corazones, individual y colectivamente, a los ídolos, nos convertimos en esclavos de ellos. La idolatría conduce al sacrificio de los miembros débiles y aparentemente “inútiles” de la sociedad (los fetos, los desterrados y los desempleados, los enfermos o aquellos con discapacidades mentales), a la destrucción de los ecosistemas de la Tierra y a la abdicación de toda responsabilidad por la creación no humana. 

Nota: Artículo traducido por Andrea Utreras, el artículo en inglés lo puedes acceder aquí.

Vinoth Ramachandra

Vinoth Ramachandra

Vinoth Ramachandra es de Sri Lanka y ha servido a IFES en varios papeles a lo largo de cuatro décadas. Es licenciado y doctor en Ingeniería Nuclear por la Universidad de Londres. Ha hablado en diversas universidades seculares de todo el mundo sobre temas tan diversos como Derechos Humanos, calentamiento global, tecnologías emergentes y pluralismo religioso. Sus escritos hablan acerca de los retos sociales, culturales y políticos que afrontan los cristianos en distintos contextos nacionales. Escribe ocasionalmente en: https://vinothramachandra.wordpress.com. Es autor de varios ensayos, artículos y libros, entre ellos “Dioses que fallan”, “Subvertir los mitos globales: La teología y las cuestiones públicas que configuran nuestro mundo” y “La risa de Sarah: La duda, las lágrimas y la esperanza cristiana”.