Recientemente, en el lugar que laboro, participé de un proceso que promueve una cultura de trabajo que incluya de manera permanente la retroalimentación y la rendición de cuentas entre las personas a nivel horizontal y vertical. Esto implica desarrollar y promover conversaciones difíciles y complejas para que tener una mejor eficiencia y productividad. Participar de este proceso me llevó a releer la primera carta a los Corintios con otra perspectiva y sensibilidad. Comparto en este escrito algunos pensamientos de la esta lectura en un momento particular en el cual me encuentro indagando acerca de cómo gestar conversaciones que promuevan cambio.
La primera carta a los Corintios es, sin lugar a duda, una conversación difícil entre el apóstol Pablo y la iglesia en esta localidad. La primera carta que hoy tenemos es en realidad la segunda carta que el apóstol Pablo dirige a esta comunidad, lastimosamente la primera carta no ha llegado a nuestras manos. Así que, tenemos una trayectoria en la conversación que se desarrolla la cual incluye informes escritos de varias personas y testimonios presenciales de lo que acontecía en el interior de esta congregación. La situación es bastante compleja. Se revela a través de la carta los conflictos por divisiones de índole socioeconómico y también teológico, la erosión del liderazgo de Pablo provocada por ciertos grupos y a esto se añaden problemas de inmoralidad y herejías, entre otros. Ante este panorama difícil, esta carta nos ofrece algunos elementos que nos permiten ver un poco del carácter del autor de este escrito, de quien podemos aprender para nuestras vidas ministeriales y personales.
El primer elemento que vemos es la apertura por parte del apóstol a esta comunidad para que expongan sus quejas y desacuerdos. En la carta se muestra como grupos afines con Pablo se acercan para informar de las diferentes situaciones, pero también el texto deja ver que hay sectores contrarios a él que lo confrontan e incluso lo acusan (9.3, 14:37, 15:12). Esta interacción entre el apóstol y varios miembros de la comunidad nos dejan observar que su actitud abierta promovía estos intercambios. Esto permitía espacios en los que se transparentaban vivencias y de esta manera se pueda dar lineamientos para solucionar ciertos conflictos. Si pensamos en el liderazgo en general, a veces posturas cerradas y jerárquicas, no permiten este tipo de dinamismo que promueve el crecimiento de las personas, por el contrario, se da paso a comunidades estériles y sin madurez.
El segundo elemento que encontramos en el texto reiteradas veces es el amor. Esta carta muestra varios momentos en los cuales el apóstol muestra algunas características que reflejan el amor hacia esta comunidad. En el primer capítulo, Pablo inicia manifestando su admiración y reconocimiento por los dones y el crecimiento de esta comunidad. En los capítulos 3 y 4 se muestra el carácter amoroso del apóstol que como una madre alimenta con leche a un niño (3:1,2) y posteriormente usa las figuras de un padre y sus hijos amados (4:14,15) para describir la relación con la comunidad. La frase amados hermanos se repite insistentemente lo que muestra todo el afecto que el apóstol siente por esta comunidad. Adicionalmente, Pablo insta a elegir el camino del amor como el don que permitirá tener relaciones y una comunidad saludable.
El tercer elemento es la humildad. El apóstol muestra en varios tramos de la conversación con la iglesia de Corinto esta característica. Pablo se despoja de posturas autoritarias y elige el camino de la sencillez y la fragilidad para comunicarse con las personas (2:1-4). Se define a sí mismo como un siervo (3:5), no como una postura para impresionar o manipular, sino como el modelo que la cruz de Cristo muestra para sus discípulos, lo que se ve reflejado en acciones concretas que evidencia una realidad en la vida de Pablo como lo muestra el capítulo 4 (4:12-13). En este sentido Pablo insta a los corintios a seguir su ejemplo de servicio y dejar de lado la arrogancia que algunas personas de esta comunidad habían adoptado y que estaban causando divisiones entre sus miembros, la humildad es el camino que genera puentes y permite tener empatía unos con otros.
El apóstol Pablo en su carta nos permite ver algunas características de cómo gestiona esta conversación difícil con esta comunidad. Al igual que el apóstol, nosotros con frecuencia debemos enfrentar circunstancias complejas en nuestra vida personal, familiar, laboral y ministerial. Aprendemos de esta carta a desarrollar estas cualidades que nos pueden ayudar. Ser abiertos a recibir comentarios no solo de los que tienen pensamientos afines sino, también de los que son contrarios. Mantener siempre el amor como el vínculo que nos permite mirar al otro con respeto, afecto y admiración. Y Finalmente, mantener una actitud de humildad con toques de fragilidad y sencillez nos permitirá que estas conversaciones difíciles lleguen a un buen puerto donde todas las personas puedan crecer y ser valoradas.
Daniel Macías
Desde los primeros años en mi vida universitaria, participé activamente en la CECE y actualmente sirvo como Secretario en la Junta Directiva. Me gradué en la Escuela Politécnica Nacional como Ingeniero en Electrónica y Telecomunicaciones. Recientemente, terminé una maestría en Estudios Teológicos en Ministerios Latinos del Seminario Teológico de Palmer. Soy casado, tengo dos hijos, disfruto de tomar fotografías y jugar fútbol.