El libro de Job es una joya de la literatura, en el que sin duda, necesitamos algunas direcciones para leerlo y entenderlo. Quien mejor para compartir estas claves que el Secretario de Compromiso con las Escrituras de IFES, Ricardo Borges. ¡Gracias por acompañarnos en esta entrega!
La lectura del libro de Job puede ser, en efecto, una aventura fascinante, y en muchos sentidos nos ayuda a acercarnos a todas las Escrituras. Posiblemente, porque plantea más preguntas que respuestas, porque nos hace parar, pensar, meditar, revisar conceptos, incluso aquellos de los que antes nos sentíamos tan seguros. Al desconcertarnos, la narración del libro de Job al final nos ayuda, por así decirlo, nos pone en nuestro lugar, nos hace ver todo con nuevas perspectivas. ¿Es entonces que nos acercamos al libro de Job con una actitud simplista, del tipo que cree que Job y sus amigos estaban equivocados y que Dios al final da la respuesta que corrige o invalida todos los diálogos anteriores? Yo creo que no es así, y aquí comento brevemente cómo leo el libro de Job y cómo creo que nos ayuda de una manera tal vez más compleja y profunda de lo que a primera vista imaginamos.
En primer lugar, reconocer que el libro nos ayuda a mantener diálogos honestos sobre el sufrimiento, sobre nuestra fe, sobre nuestra comprensión del carácter y la acción de Dios, sobre cómo, en definitiva, debemos vivir. El sufrimiento absurdo y aparentemente injusto (¿o deberíamos decir evidentemente injusto?) de Job le lleva a hablar, a protestar: “Por lo que a mí toca, no guardaré silencio; la angustia de mi alma me lleva a hablar, la amargura en que vivo me obliga a protestar” (Job 7:11). Así, el lamento de Job, su expresión, ocupa un lugar importante en toda la narración, sea o no correcto todo lo que dice.
Sería curioso que la respuesta de Dios al final del libro nos llevara a prescindir de todos los diálogos anteriores, de todas las emociones presentadas, de todos los argumentos y preguntas planteadas. De hecho, creo que estos diálogos e interacciones son uno de los aspectos más fascinantes del texto. Precisamente porque no son fácilmente clasificables, no tenemos forma de decir que todas son un sinsentido. Mucho de lo presentado por Job e incluso por sus amigos parece tener sentido, en cierto modo nos identificamos con varias partes, con muchas de las preguntas, sólo para sentirnos un poco incómodos en la siguiente afirmación, incluso no estar de acuerdo con el contenido o el tono de alguna afirmación o explicación de todo lo que estaba sucediendo.
Al final, incluso con las palabras finales de Dios, y su desaprobación de mucho de lo que se dijo, la verdad es que el registro de todos estos diálogos se hizo, se conservó, para nuestro beneficio. En otras palabras, al leer todas estas interacciones, las preguntas o las explicaciones que nos hacen pensar, ya sea de Job, de sus amigos y de los discursos del joven Eliú, descubrimos que allí hay tesoros preciosos. Hay formas de pensar y de entender la vida con las que nos identificamos, otras que nos provocan y desafían, pero al expresarlas, al considerarlas en nuestro corazón, al tener ese lamento expresado, crecemos en nuestra fe, en nuestra relación con el Señor, en cómo debemos vivir la vida que nos regala.
En segundo lugar, comprender que las posibles respuestas que buscamos pueden estar dispersas a lo largo del libro, o en la meditación continuada sobre el contenido de todo el libro. No tengo que esperar a llegar al final para darle sentido a todo. Es cierto que muchos no están satisfechos con el resultado final del libro, como si no encontraran, al menos no de forma satisfactoria, las respuestas a todos los dilemas anteriormente planteados. Ahora bien, tal vez ese sea el sentido mismo de la narración, no necesariamente explicar todo, sino señalar que algunas de esas explicaciones serían incluso innecesarias o irrelevantes. Y así hacernos cuestionar las respuestas fáciles o simplistas que nos gusta dar a los problemas de la vida. Aun así, y reconociendo que no será sencillo ni fácil, tratar de dar sentido a los discursos finales de Dios a Job, o incluso antes, buscando las pistas de comprensión en las honestas e intrigantes discusiones entre Job y sus amigos, o en la súplica de Job por un redentor (capítulo 19), o en su poema sobre la sabiduría (capítulo 28), o incluso en los ambiguos y perspicaces discursos del joven Eliú.
Así tenemos la oportunidad de entender mejor toda la narrativa. No buscando una bala de plata que desentrañe todo el libro, sino prestando atención y ponderando cada aspecto de toda esta narración. Al final, toda esta historia en su riqueza de detalles, todas las lamentaciones de Job fueron registradas precisamente para eso, para que la Palabra de Dios llegue a nosotros en toda su riqueza, nos desconcierte, nos cuestione y nos ayude a conocerlo mejor a Él, a nosotros mismos y a la vida que nos da.
Ricardo Borges
Ricardo es brasileño, vivió siete años en Uruguay donde ayudó a reiniciar el movimiento estudiantil. Es Ingeniero Agrónomo, y ha cursado estudios adicionales en la Biblia y Estudios Culturales, también tiene un Máster en Liderazgo por la All Nations Christian College, en Inglaterra. Ha trabajado durante 14 años en el movimiento estudiantil brasileño (ABUB) y formó parte del equipo regional de IFES en América Latina. Ricardo vive actualmente en São Paulo, Brasil, junto con su esposa Ruth y sus hijas Ana Júlia y Carolina. Actualmente es Secretario de IFES para el Compromiso con las Escrituras.