Compartirnos la primera de tres entregas, de una serie de blogs en la que buscamos desarrollar y profundizar temas de justicia e injusticia, a partir de aristas teológicas, históricas y sociales. Hoy Josué Olmedo, propone unos primeros hallazgos sobre la justicia, desde el libro de Job. 

Con el objetivo de ir configurando el tema de la justicia desde el libro de Job en este artículo nos concentraremos en el segundo ciclo de discursos que se encuentran entre los capítulos 15 al 21. Más específicamente nos concentraremos en la mitad de un discurso del personaje central que lo encontramos en el capítulo 16. Las percepciones de justicia que allí se encuentran deben, obviamente, leerse a la luz del libro entero y de las Escrituras en su totalidad. Sin embargo, tienen riqueza en sí mismas pues le brindan al creyente y seguidor del SEÑOR el lenguaje y gramática para articular sus propios lamentos que se generan de la experiencia de una realidad profundamente dislocada y un Dios (aparentemente) inmóvil. 

¡Qué frontalidad e intensidad la del discurso de Job! Como alguien que ya no tiene a quién o qué perder Job afirma que Dios lo ha destruido, ha exterminado su familia (16:7), lo tiene acorralado y está en su contra (16:8). Job dice que Dios se ha convertido en su adversario y así en su enojo lo desgarra, persigue y rechina sus dientes en contra de él (16:9). Al estilo de un matón o bully, continúa Job, Dios lo ha entregado en manos de gente injusta (16:11), lo ha destrozado y lo ha agarrado del cuello para hacerlo pedazos (16:12), y para rematar envía su pandilla para que lo rodeen y le den una paliza que lo deja muy mal herido en el suelo (16:13-14).  

Job clama de sí mismo integridad tanto en su vida pública y privada: sus manos están libres de violencia y su oración es pura (16:17). Lo que Job expresa a continuación es enérgico: ya que no hay justicia de parte de Dios, pues para Job Dios se ha vuelto el problema, clama por ayuda a la tierra y al cielo. Pide a la tierra que el crimen—la persecución de parte de Dios—en contra suya no quede impune (16:18), y pide a un testigo en el cielo que hable a su favor defendiéndolo ante Dios, su adversario. Algunos necesitarán una pausa (o varias) para que ese pensamiento empiece a decantar en su mente, otros encontrarán que el discurso de Job resuena fuerte y de inmediato en sus corazones. 

La desesperanza y desesperación de Job se debe a que quien se supone debe sustentar el equilibrio social de toda la creación y la historia no sólo que está ausente, sino que cuando aparece lo hace como enemigo. ¿A quién acudir cuando quien debe administrar justicia se vuelve un matón o bully? ¿A la tierra, al cielo? ¿Hay algo o alguien superior a quien apelar? No. Y ahí radica la crisis de Job.  

La Biblia es un libro casi imposible de domesticar, y el libro de Job es una de las mejores muestras de ello. Por el momento, Job con su honesto y crudo discurso asiste al sufrido creyente con el lenguaje y gramática para articular sus dolores y dislocaciones, de las cuales la peor es cuando Dios aparece indiferente, y no sólo indiferente sino como adversario de sus siervos. 

Frente a la intensidad del discurso de Job es fácil ceder a la tentación de saltar a una respuesta elaborada y cliché. Pero les invito a habitar por más tiempo en la presente situación de Job en esta parte del relato. Aquí donde Dios despedaza a Job. ¿Qué ecos hay de esto en nuestra vida? ¿Qué ecos hay de esto en la cultura y sociedad? 

Josué Olmedo

Josué Olmedo

Josué O. Olmedo Sevilla actualmente sirve en el equipo de Conectar con la Universidad de IFES América Latina y es parte de la Iniciativa Cosmos y Logos de IFES. Josué sirvió como Director Nacional de la CECE del 2012 hasta el 2019. Odontólogo de profesión. Casado con Ruth Hicks y padre de dos niñas.