En esta publicación continuamos explorando los aportes particulares de cada carta a la pregunta de lo que significa ser discípulos en los contextos urbanos de la época. Ya dijimos que el impulso de la primera carta a Timoteo está en la invitación de Pablo a que los discípulos de Éfeso permanezcan en el amor. Veamos ahora los aportes de las otras dos cartas.
El impulso de 2 Timoteo está en la invitación de Pablo a Timoteo a la lealtad. Una lealtad en tres direcciones. Timoteo debía permanecer leal a Dios, a Pablo y a su vocación pastoral en Éfeso, con la asistencia de la gracia y el Espíritu de Dios. Por el tono de la carta y lo que la misma asevera en varias partes, uno puede bien imaginar que Timoteo está en alguna manera ‘bajoneado’. Se mencionan los siguientes elementos: las lágrimas de Timoteo (1.4, aunque no se detalla la razón), reavivar el don (1.6), espíritu de cobardía (1.6), no avergonzarse (1.8), ánimo a mantenerse fuerte (2.1), ánimo a no echarse atrás (2.3).
Pablo le recuerda a Timoteo, quien sufre el desgaste de lidiar con gente de vida disipada que tiene apariencia de espiritualidad sofisticada, el gran panorama del que se deriva su tarea pastoral en Éfeso: “el mensaje (de Jesucristo) ha destruido la muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y la inmortalidad”. Este gran panorama de victoria sobre la muerte, reivindicación de la vida y eternidad es fácil olvidar en medio de las batallas del día a día. Alimentado por la visión de este gran proyecto iniciado por Jesucristo, Timoteo es animado a mantener sus prioridades correctas: lealtad a Dios, lealtad a Pablo, y lealtad a su vocación pastoral. Su tarea pastoral en Éfeso es y debe ser una expresión del proyecto de Jesucristo: eliminar toda manifestación de muerte y cultivar toda expresión de vida. Muerte y vida según la definición del mismo Jesucristo, por supuesto.
Es en este gran contexto que encontramos los llamados de Pablo a Timoteo a ser leal a Dios en Jesucristo: “…no te avergüences de dar la cara por nuestro Señor…” (1.8), “Ten siempre presente a Jesucristo…” (2.8); a ser leal a Pablo: “…no te avergüences de dar la cara…por mí…” (1.8), “…permanece fiel a lo que aprendiste y aceptaste. Sabes quienes fueron tus maestros…” (3.15, cf 3.10, 2.2); y, ser leal a su vocación pastoral: “…reavivar el don que Dios te otorgó…” (1.6), “…te suplico encarecidamente que proclames el mensaje…” (4.1-2). Solo por mencionar un par de versos. Vamos a la carta a Tito.
El impulso de la Carta a Tito está en su invitación a una forma de vida orientada a hacer el bien. La tarea de Tito consistía en diseñar la organización de esa comunidad de creyentes, de tal manera que se puedan prevenir desvíos en el discipulado (como estaba sucediendo en Éfeso) y que se potencie la evangelización (1.5). El énfasis en la evangelización está en la forma de vida del creyente. Podríamos decir que es una evangelización por la vía del buen prestigio de la vida del creyente. Tito tiene la responsabilidad de animar a los ancianos, ancianas y mujeres jóvenes a vivir de tal forma que evite que se hable mal de la palabra de Dios (2.1-5). Tito debe animar a los jóvenes a vivir íntegramente, y él mismo ser un ejemplo de vida, de tal manera que los no creyentes hostiles al evangelio y la iglesia se queden sin razones para hablar mal (2.6-8). La orientación es parecida para los esclavos. Estos deben relacionarse de tal manera con sus amos que así se honre la enseñanza de la comunidad (2.9-10).
Jesucristo es el generador de esta forma de vida íntegra y orientada a hacer el bien, que tiene en mente la potencial conversión incluso del considerado ‘enemigo’. Esto es lo que se describe en Tito 2.11-14 (cf. 3.4-7). La gracia de Dios en Cristo aplicada en la vida de una persona o comunidad tiene doble efecto: empodera para renunciar al mal (impiedad, pasiones desordenadas), y empodera para abrazar el bien (sobriedad, rectitud y fidelidad a Dios). La gracia de Dios libera de la maldad, purifica, y capacita para la práctica del bien (3.14).
Amor, lealtad y forma de vida íntegra son los tres grandes impulsos de 1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito, respectivamente. Termino invitándoles a la reflexión con estas preguntas a la luz de las cartas: ¿cómo soy invitado a permanecer en el amor? ¿cómo evaluó mi lealtad a Dios, a otros y a mi vocación cristiana como estudiante y profesional? ¿mi forma de vida es lo suficientemente ‘prestigiosa’ para generar interés por el poder del evangelio?
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